Archive for 31 enero 2014
Para acabar con el estrés
Posted by pablofranciscomaurino en enero 31, 2014
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La Presentación del Señor (cuando cae en domingo)
Posted by pablofranciscomaurino en enero 27, 2014
Una vida entregada a Dios
El Niño–Dios fue llevado al templo por sus padres, para ser presentado a Dios–Padre, como muestra de su entrega total para llevar a cabo el plan que le había trazado desde la eternidad: salvar a los hombres.
Efectivamente como nos lo cuenta el Evangelio, cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Este evento fue anunciado siglos antes por el profeta Malaquías, como lo leemos en la primera lectura: «el Señor entrará en el santuario; «Miradlo entrar».
La fiesta de hoy nos recuerda que Jesús se presentó en el templo para llevar a cabo ese plan divino de salvar a la humanidad, como el autor de la Carta a los Hebreos nos lo cuenta: que Jesús, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos, esclavos del pecado y de la muerte.
Esto significa que ya somos libres de ambos: ¡podemos evitar el pecado y así salvarnos de la que san Francisco de Asís llamaba la segunda muerte: la eterna!
Pero, como siempre ocurre, todavía podemos llegar más lejos, si queremos: podemos entregarnos nosotros mismos al Señor, como lo hizo Jesús, para trabajar por esa liberación, la mayor de todas.
Así lo han hecho muchos, en trascurso de la vida de la Iglesia, y hoy renuevan esa entrega: son las personas que han escuchado el llamado de Dios a la Vida Consagrada: religiosos, religiosas, anacoretas, eremitas, vírgenes… Todos dedicados a la causa de Jesucristo: salvar y santificar a la mayor cantidad de personas y retornar la gloria que le quitamos al Padre con nuestros pecados.
Unámonos a ellos; unámonos al ideal de Jesucristo.
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¿Iglesia tradicionalista o progresista?
Posted by pablofranciscomaurino en enero 26, 2014
Desgarrar a Cristo*
«Os conjuro por el nombre de nuestro Señor Jesucristo… que no haya entre vosotros divisiones» (1Co 1, 10ss). San Pablo arremete con todas sus energías contra las divisiones en la Iglesia. El evitar las divisiones no es algo simplemente «deseable». Si la Iglesia es una y la unidad es una nota tan esencial como la santidad, cualquier división —por pequeña que parezca— desfigura el rostro de la Iglesia, destruye la Iglesia.
«Yo soy de Pablo, yo de Apolo…» Todas las divisiones nacen de una consideración puramente humana. Mientras nos quedemos en los hombres estaremos echando todo a perder. Los hombres somos sólo instrumentos, siervos inútiles: «yo planté, Apolo regó, pero es Dios quien dio el crecimiento» (1Co 3,6). Quedarse en los hombres es una idolatría, y todo protagonismo es una forma de robar la gloria que sólo a Dios corresponde. Por eso San Pablo responde con absoluta contundencia: «¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?» Es como decir: No hay más salvador que Cristo Jesús. El instrumento debe permanecer en su lugar. Lo demás es mentir y desfigurar la realidad.
«¿Está dividido Cristo?» Puesto que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (1Co 12,12), toda división en la Iglesia es en realidad desgarrar al mismo Cristo. La falta de unidad en nuestros criterios, en nuestras actuaciones, en nuestras relaciones… tiene el efecto horrible de presentar un Cristo en pedazos. En consecuencia, se hace imposible que la gente crea.
Por eso San Pablo se muestra tan intransigente en este punto y apela a la necesidad absoluta de estar todos «unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir». Lo cual viene a significar no pensar ni actuar desde un punto de vista humano, sino siempre y en todo desde la fe, que es la que da realmente consistencia y unidad: «poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu… Un sólo cuerpo y un sólo Espíritu… Un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo, un sólo Dios y Padre de todos» (Ef 4,3-6).
Este escrito, hecho por el padre Julio Alonso Ampuero, en el libro: Año litúrgico, de Gratis Date, parece dirigido a los miembros de la Iglesia que quieren dividirla, utilizando terminologías como: «Yo soy tradicionalista» o: «Yo soy progresista».
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¿Evangelizar a los de la casa?
Posted by pablofranciscomaurino en enero 24, 2014
Cuando una persona se acerca a Dios y se convierte, se llena de dicha interior y desea fervientemente que sus parientes sigan su mismo camino. Además, suele ocurrir que en la parroquia o grupo de oración se le recomiende que los evangelice, que hay que convertirlos, que hay que comenzar por ellos…
Pero la verdad es que ellos no comprenden ese cambio; lo suelen confundir con fanatismo religioso y, si les habla de Dios, lo rechazan…
Así, la alegría que experimenta el recién convertido se ve empañada desde temprano por ese dolor que experimenta al ver que sus seres más cercanos no lo entienden, lo critican y hasta se burlan de él, lo ponen en ridículo ante los demás, etc. Y aunque siente el apoyo de la comunidad a la que pertenece y la asistencia divina, ese desconsuelo es difícil de llevar.
Pero Jesús dijo que ningún profeta es bien recibido en su propia casa (Lc 4, 24). Nadie les dice que a los familiares no se los debe evangelizar con palabras, que no deben hablarles a sus familiares de Dios ni de las cosas de Dios (mucho menos tratar de obligarlos a asistir a misa o a otra celebración o encuentro espiritual…).
Es con el ejemplo como se los debe acercar a Dios; es mostrándoles la felicidad que ahora los embarga.
¿Y esto cómo se hace?
1) Amándolos, es decir, sirviéndolos con gusto,
2) infundiéndoles paz y
3) llenándolos de alegría.
En resumen: que se note que ahora está lleno de Dios, pero sin hablarles de Él; predicarles con la vida, no con las palabras.
Al ver este cambio positivo en su vida, los demás se sentirán atraídos. Se preguntarán: «¿Por qué ahora se ve tan feliz?» «¿Por qué ya no se disgusta como antes?» «¿Por qué es tan cariñoso y servicial?»…
Y a veces hasta le harán la pregunta: «Oye, ¿qué te ha hecho cambiar tanto?» Esa será la señal, el momento propicio para que aproveche —ahora sí— a evangelizar con la Palabra; contestará, por ejemplo: «Porque ahora estoy con Dios».
Y las palabras que diga en adelante serán escuchadas.
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Esencia y accidentes
Posted by pablofranciscomaurino en enero 17, 2014
A veces respondemos muy rápidamente, en forma poco meditada, no oramos antes de responder, para que sea Dios quien habla… Y quizá por eso no descubrimos que la idea principal del mensaje cristiano —el amor auténtico— está por encima de todo otro tema, por importante que parezca. El amor es el distintivo del cristiano; dicho como Jesús lo hizo: a los cristianos nos conocerán porque nos amamos.
Pero el amor a Dios no es un sentimiento; es un acto de la voluntad. Es cumplir los mandamientos, no sentir cosas. Por eso conviene preguntarnos qué dicen los mandamientos al respecto de las imágenes, para lo cual debemos tener en cuenta algunos criterios exegéticos de gran importancia:
1. Todo lo valioso del Antiguo Testamento (AT) está interiorizado en el Nuevo Testamento (NT): menos acciones externas y más conversión del corazón.
2. El AT fue superado y sobrepasado por el NT.
3. El AT presenta una forma provisional de la religión, sombra del NT.
4. El AT llega a la plenitud solamente con el NT y este se entiende mejor con el AT.
5. La Ley del AT fue establecida para el pueblo judío y para antes de la venida de Cristo; por lo tanto, ya no obliga a los que creen en Cristo. Esa Ley fue sustituida por la nueva Ley del amor del NT, que comprende y sobrepasa la antigua Ley.
6. Las enseñanzas y órdenes divinas que contiene la Escritura pueden ser temporales (para un momento determinado) o particulares (para ciertas personas o grupos de personas).
7. En la Biblia se encuentran a menudo expresiones derivadas de costumbres, opiniones o creencias de ciertos lugares y momentos históricos en los que vive el autor, a los que no es extraño. Estas expresiones en nada desdicen la autoría de Dios, ya que Él se vale de esa individualidad para precisar lo que desea en los términos de la época, lugar y circunstancias, para hacerse entender mejor.
Un ejemplo: ya que en la época del AT el pueblo judío estaba rodeado de tribus árabes politeístas e idólatras, debió escribirse un doble mandamiento: 1) no tendrás otros dioses… y 2) no te harás imagen…
Y esto, por una razón: en esas épocas era muy fácil hacer ídolos de las imágenes.
Pero ahora los ídolos son otros: el placer, el tener, el poder, la fama, cosas todas intangibles (ya nadie o casi nadie adora imágenes).
Si bien a los judíos de entonces se les enseñaban los aspectos externos, los cristianos de hoy —por la madurez a la que llegó el mensaje de Jesús— estamos obligados a comprender más profundamente el mensaje divino, a interiorizarlo y extractar su esencia, su sustancia, no sus accidentes.
Haciendo un paralelo con otro tema, podemos afirmar que, como los pueblos árabes obligaban al ladrón a restituir cuatro veces lo robado, en el AT Moisés enseñó la ley del talión: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero en el NT, Jesús mejoró, superó, el AT:
«Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda. (Mt 5, 38ss)
La esencia del mensaje es el amor; lo accidental es que primero se enseñó un acto de justicia (rudimento del amor): “Ojo por ojo…”, un pequeño avance. Ahora se enseña lo interior: darlo todo por amor
Asimismo, hoy ya no es tan importante no hacer o tener imágenes (lo accidental), pues nadie las considera dioses. Lo verdaderamente importante es no tener otros dioses, es decir, ídolos.
Hoy, además del placer, el tener, el poder y la fama, muchos tenemos otros ídolos, de los cuales debemos deshacernos, para poder cumplir el primer mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas.
Tenemos que pedirle mucho a Dios que nos ayude a no convertir en ídolos nuestros caprichos o nuestras ideas, cuando las ponemos por encima de la Voluntad de Dios.
Si, por ejemplo, los cristianos siguiéramos discutiendo más y más sobre el tema de las imágenes, podríamos estar haciendo de nuestras ideas algo más importante que el mismo Dios: unos ídolos.
Como se ve, una cosa es la idea principal, la esencia del mensaje: adorar solamente a Dios, y otra cosa es el accidente: tener o no tener imágenes.
Para no equivocarnos, pues, debemos recordar continuamente la esencia del cristiano: el amor.
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Oración para pedir la pureza*
Posted by pablofranciscomaurino en enero 10, 2014
Señor mío y Dios mío,
quítame todo lo que me aleja de ti.
Señor mío y Dios mío,
dame todo lo que me acerca a ti.
Señor mío y Dios mío,
despójame de mí mismo para darme todo a ti.
San Nicolás de Flüe
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