Hacia la unión con Dios

Sequedad en la Oración

Posted by pablofranciscomaurino en 29 julio, 2018

 

Cuando el Espíritu Santo quiere hacer santa a una persona, como parte del itinerario normal del avance espiritual hacia la unión con Él, propicia o permite algunas “dificultades” en la oración: falta de fervor, sequedad o aridez espiritual; pero en realidad esas no son verdaderas dificultades: Él quiere que la persona descubra que la mejor oración, la que le agrada a Dios, no es esa en la que la persona se siente bien, sino la que la persona hace, a pesar de no sentirse bien; cuando hace eso, significa que ya la persona no piensa en sí misma, sino en Dios: quiere que Él se sienta bien; y —efectivamente— Dios se siente bien, porque ve que su hijo hace la oración para complacerlo, no para complacerse a sí mismo.

Esto significa que la oración que le gusta al Señor no es la que se hace “con el corazón” o “con mucho fervor” como dicen algunos, sino con la voluntad, es decir: por complacerlo, para amarlo. Y así es como la persona avanza en la vida espiritual.

Algunos sienten que terminan con “la sensación de vacío o de no haber orado”. Pero, aunque así lo sientan, si cumplen el horario destinado a orar, en realidad están haciendo la mejor oración de todas, porque es una oración sacrificada: no sienten nada, pero Jesús sí: se pone contento; es por eso que santa Teresa de Jesús decía que en esa oración no hay ninguna pérdida de tiempo, sino mucha ganancia espiritual.

También dicen que no logran “rezar con el corazón”, pero esa no es la oración que más le gusta a Dios (la que se hace con el corazón), sino la que persevera, a pesar de no sentir nada en el corazón. Y esa oración hace madurar en la vida espiritual. Así, pues, quien está pasando por esta etapa, debe alegrarse, pues, aunque no lo parezca, el Señor lo está haciendo progresar.

Con frecuencia, en esta situación muchos sienten “desasosiego y descontento”, pero es entonces cuando le son más útiles a Dios, si le ofrecen esas sensaciones, pues así: 1) Él les perdonará sus pecados 2) conseguirán gracias para la salvación de sus seres queridos, 3) le ayudarán al Señor a convertir a muchas personas, 4) sacarán almas del Purgatorio, 5) consolarán a Jesús por los pecados con los que el Mundo lo ofende, 6) avanzarán hacia la santidad y 7) conseguirán un grado de gloria más alto en el Cielo.

Resumiendo lo dicho, lo que nos debe importar no es cómo nos sentimos nosotros en la oración, sino cómo se siente Jesús, el Esposo de nuestra alma: ¡Qué dicha saber que lo que nos hace sentir mal, a Él lo puede ayudar y complacer, y le da gloria al Padre!

 

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