Hacia la unión con Dios

Archive for febrero 2014

El Credo Mariano, de san Gabriel de la Dolorosa

Posted by pablofranciscomaurino en 25 febrero, 2014

 

1 Creo, como revelaste a santa Brígida, que eres la reina del cielo, madre de misericordia, el gozo y el camino de los pecadores hacia Dios, y que nadie hay tan maldito que, mientras viva, le falte tu misericordia, y que nadie está tan alejado de Dios que, si te invocare, no vuelva a Dios y encuentre misericordia; y desgraciado quien, pudiendo, no vuelva hacia el misericordioso.

 

2 Creo que Tú eres la madre de todos los hombres y que, en san Juan, a todos los recibiste por hijos según la voluntad de Jesús.

 

3 Creo que eres, tal como declaraste a tu Brígida, madre de todos los pecadores que desean enmendarse, y que suplicas misericordia para el alma pecadora.

 

4 Creo que Tú eres nuestra vida.

Digo con san Bernardino de Siena que todas las misericordias hechas en el Antiguo Testamento no dudo que hayan sido hechas sólo por Dios (incluyendo a Jesús); y, después de Dios, te llamaré, con san Agustín, la única esperanza de los pecadores.

Te creo, tal como te vio santa Gertrudis, con el manto abierto, dentro del cual se refugiaban muchas fieras, leones, osos, tigres, y que Tú no los echaste, sino que los acogías y acariciabas con gran piedad.

 

5 Por ti recibimos el inestimable don de la santa perseverancia.

Siguiéndote no erraré, rogándote no desesperaré, teniéndote no me caeré, protegiéndome Tú no temeré, conduciéndome Tú no me cansaré, con tu favor llegaré a ti.

 

6 Creo que Tú eres la vida de los cristianos y su ayuda, sobre todo a la hora de la muerte, según dijiste a santa Brígida, que Tú, como madre, los asistes en la muerte, para que reciban consuelo y alivio; y que, como dijiste a san Juan de Dios, no es propio de ti abandonar a tus devotos en la hora de la muerte.

 

7 Tú eres la esperanza de todos, especialmente, de los pecadores; Tú, la ciudad de refugio, y en particular de los privados de todo socorro.

 

8 Tú eres la protectora de los condenados, la esperanza de los desesperados; y, tal como oyó santa Brígida que Jesús te decía: “Sería misericordioso incluso con el demonio si me lo pidiere con humildad”, creo que no rechazas al pecador por fétido que sea; y si te suplicare, te diré con san Bernardo, Tú lo arrancarás del abismo de la desesperación, con mano piadosa.

 

9 Creo que quieres ayudar al que te invoca, y que eres la salvación de los que te invocan, y que deseas hacernos el bien mucho más de lo que nosotros lo deseamos.

 

10 Creo, como hiciste saber a santa Gertrudis, que abres el manto para acoger a todos los que recurren a ti, y que los ángeles atienden y defienden a los que te son devotos contra los ataques del infierno.

Te preocupas por los que te buscan, y aún sin pedírtelo, acudes solícita en su ayuda; y que aquél a quien tú quieres, se salvará.

 

11 Creo, como dijiste a santa Brígida que, cuando los demonios oyen a María, dejan inmediatamente a las almas.

 

12 Confieso con san Epifanio, Antonino y otros, que tu Nombre descendió del Cielo, y te fue impuesto por orden divina.

Reconozco, con san Antonio de Padua, en tu Nombre las dulzuras que san Bernardo aprecia en el Nombre de Jesús: tu nombre, María, es júbilo en el corazón, miel en la boca, y música en el oído.

 

13 Creo que después del Nombre de Jesús no existe otro nombre del que la mente conciba tanta gracia, esperanza y piadosa suavidad.

Y con tu san Buenaventura confieso que no se puede devotamente pronunciar tu Nombre sin utilidad del que lo pronuncie.

Y creo lo que dijiste a santa Brígida: que nadie en esta vida hay tan frío en amor de Dios que, si invocare tu Nombre con propósito de arrepentimiento, no se aparte de él inmediatamente el demonio.

 

14 Creo que tu intercesión es moralmente necesaria para nuestra salvación; que todas las gracias que Dios nos da pasan por tus manos; que todas las misericordias dispensadas a los hombres nos vienen por tu mediación; y que nadie puede entrar en el Cielo si no es a través de ti, que eres la puerta.

Creo que tu intercesión no sólo nos es útil, sino que también moralmente necesaria.

 

15 Creo que eres la cooperadora de nuestra justificación: reparadora de los hombres; autora de la salvación de los hombres; reparadora de todo el género humano; colaboradora de la redención, la salvadora del mundo.

Creo que en el océano de esta tierra quedan sumergidos todos los que no son recibidos en tu nave; que nadie, si no es por ti, tiene acceso a la salvación; y que nadie se salvará si no es por ti.

 

16 Creo que Dios ha dispuesto no conceder nada si no es por ti; que nuestra salvación está en tus manos; y que quien pida sin ti, intenta volar sin alas; creo también que en vano reza a los santos aquél a quien tú no ayudas; y que todo lo que éstos puedan contigo, tú sola lo puedes sin ellos; y que si tú callas, nadie ayudará, nadie pedirá; orando tú, todos ayudarán y orarán.

Y finalmente, te digo con santo Tomás: eres toda esperanza de vida; y con san Agustín: Sólo Tú y únicamente Tú confesamos que se preocupa en el Cielo de nosotros.

 

17 Creo que tú eres la tesorera de Jesús, y que nadie recibe los dones de Dios a no ser por ti; y que, quien te encuentra, encuentra todo bien.

 

18 Creo que un solo suspiro tuyo tiene más poder que los sufragios de todos los santos juntos; y confieso con san Juan Damasceno que puedes ciertamente salvarnos a todos.

Creo que eres la abogada que no rehúsa defender las causas de los pobres miserables.

Te diré, con san Andrés Cretense: “Salve divina reconciliación de los hombres”.

Y con san Germán: “tu defensa es inagotable”.

 

19 Te contemplo como la pacificadora entre Dios y los pecadores, te considero como el cebo dulcísimo creado por Dios para pescar a los hombres, y especialmente a los pecadores, y atraerlos a Él, como Él mismo reveló a santa Catalina de Siena.

Y, por consiguiente, así como el imán atrae al hierro, así tú atraes a los corazones duros, tal como dijiste a santa Brígida: Tú eres toda ojos para compadecer y socorrer nuestras miserias, por lo que te llamaré como san Epifanio, “toda ojos”; confirmado por lo que entendió santa Brígida cuando tú, a petición de Jesús que te dijo: “Madre, pídeme lo que quieras”, contestaste: “Pido misericordia para los miserables”.

 

20 Creo que aquella misericordia innata de tus maternales entrañas que tenías, cuando aún peregrinabas en esta tierra, hacia los miserables, está superada grandemente ahora que reinas en el Cielo, del mismo modo que el sol supera en grandeza al resplandor de la luna, según dice san Buenaventura.

Y así como los cuerpos celestes y terrestres son iluminados por el sol, así no existe en el mundo quien no participe, por medio de ti, de la divina misericordia, según revelaste a santa Brígida.

Por lo que, con san Buenaventura, creo que contra ti, Señor, pecan no sólo los que te ofenden, sino también los que no te suplican.

Por tanto, estoy persuadido como el mismo santo, de que quien obra en obsequio tuyo, lejos está de la perdición.

Yo creo con san Hilario que sucederá que, por muy pecador que alguien sea, si se mantiene devoto a ti, jamás perecerá para siempre.

 

21 [Creo] con san Buenaventura que quien te abandone, morirá en sus pecados. Quien no te invoca en esta vida, no alcanzará el reino de Dios; de quienes apartares tu rostro, no serás esperanza de salvación.

 

22 La devoción a Vos, creo con san Efrén, que es pasaje para el Cielo.

Creo con san Anselmo que aquel por quien tú ruegues una vez, no sentirá el “¡ay!” eterno [la condenación].

Y que tu devoción tiene unas armas de salvación que Dios concede sólo a quienes quiere salvar, como asegura el Damasceno.

Por lo que, con san Antonino, concluiré: así como es imposible que se salve aquél de quien retires tus ojos misericordiosos, así es necesario que a quienes vuelves tus ojos, defendiéndolos, se salvarán y alcanzarán la Gloria.

 

23 Creo, como revelaste a santa Brígida, que tú eres la Madre de todas las almas del purgatorio, y todas las penas que merecen por los pecados cometidos en vida, a toda hora serán mitigadas de algún modo por tus oraciones.

Así que diré, con san Alfonso, “grandemente felices y afortunados son tus devotos”.

San Bernardino asegura que especialmente libras a tus devotos de las penas del purgatorio; así como lo que santa Brígida escuchó que decía Jesús: “Tú eres mi Madre, Madre de misericordia, consuelo de los que están en el purgatorio”.

 

24 Creo que Tú, estando para subir al Paraíso, pediste y sin duda conseguiste, poder llevarte contigo a todas las almas que se hallaban en el purgatorio.

Creo también, como prometiste al Papa Juan XXII, que los inscritos [en la, cofradía del] Carmen, en el sábado después de su muerte serán liberados del purgatorio.

Pero más felices son tus devotos, porque se les abrirá la puerta del cielo. Tú eres: la apertura de la Jerusalén celestial, puerta del cielo, feliz puerta del cielo, vehículo que conduce al cielo.

 

25 Creo que tu poder actúa en la Jerusalén [celestial] ordenando lo que quieres, e introduciendo allí a los que quieres.

Por ti se abrió el cielo, y se vació el infierno; fue instaurada la Jerusalén celestial.

Y has dado la vida a los miserables que esperaban la condenación (san Bernardo).

 

26 Creo que quienes obran según Tú, no pecarán; los que te descubren, tendrán la vida eterna.

Te reconozco como la celestial timonera que conduces al puerto eterno a tus devotos, rescatados en la navecilla de tu protección, como enseñaste a santa María Magdalena de Pazzi.

Por tanto, como san Bernardo, diré que tu devoción es certísimo signo para conseguir la vida eterna; y con el beato Alano, que practicar esta devoción [saludarla siempre con el Ave], es una magnífica señal de predestinación para la Gloria.

Y concluiré, con el Abad Guerrico que quien te sirve, está tan seguro del Paraíso, como si ya estuviera en él.

 

27 Creo con san Antonino que no hay entre todos los santos quien se compadezca en las enfermedades como tú, beatísima Virgen María.

Tú, das mucho más de lo que se te pide. Donde hay miseria allí acudes, allá corres y socorres con tu misericordia. Tú siempre miras en derredor tuyo buscando a quien salvar.

Te diré con el abad de Celles: Madre de misericordia, acostumbras salvar a aquellos tus hijos a los que la justicia podría condenar.

Creo lo que el Señor dijo a Sta. Brígida: “Si no intercediesen tus ruegos, no existiría la esperanza de la misericordia”.

Sostengo con san Fulgencio que el cielo y la tierra ya se hubieran derrumbado si Tú no los sostuvieses con tus ruegos.

 

28 Creo que tu grandeza es superior a la de todos los Santos y Ángeles; y tan excelsa es tu perfección que sólo a Dios está reservado conocerla.

Creo que lo próximo a ser Dios, es ser la Madre de Dios.

Y, por consiguiente: no podrías estar más unida a Dios, a no ser que te hicieras Dios (Alberto Magno).

 

29 Creo que vuestra dignidad de Madre de Dios es infinita y única en su género y que ninguna criatura puede subir más alto.

Y confieso con san Buenaventura que ser Madre de Dios es la máxima gracia concedible a una pura criatura: es la más grande [gracia] que Dios puede otorgar. Dios puede hacer un mundo mayor, un cielo más espacioso; pero no puede hacer nada mayor que la Madre de Dios.

 

30 Creo que por ti ha sido hecho todo el universo; y que por tu disposición se mantiene el mundo, al que también tú fundaste, desde el principio, con Dios.

Y que por tu amor no destruyó Dios al hombre después del pecado.

 

31 Creo que Dios te ha dotado, en grado sumo, de todas las gracias y dones generales y particulares concedidos a todas las criaturas; y creo al Señor, que reveló a santa Brígida que tu belleza superó a la belleza de todos los hombres y de todos los ángeles.

Creo que tu belleza repelía movimientos impuros e inducía pureza.

 

32 Creo que fuiste niña, pero de la niñez sólo tenías la inocencia, no el defecto de incapacidad.

Fuiste virgen antes, durante y después del parto; sin esterilidad fuiste madre, pero virgen.

En la vida activa trabajabas, pero sin que el trabajo te apartara de la unión con Dios; en la contemplativa estabas recogida en Dios, pero sin ninguna negligencia acerca de tus deberes.

 

33 Te afectó la muerte, pero sin sus angustias y sin la corrupción del cuerpo.

 

34 Creo, con san Alberto Magno, que fuiste la primera que, sin el consejo ni el ejemplo de otros, ofreciste a Dios tu virginidad; y después ofreciste a Él todas las mujeres que te han imitado; y que luego fuiste su portaestandarte;

y que por ti se conservó virgen tu purísimo esposo José.

Y que te mantuviste dispuesta a renunciar, para conservar tu virginidad, con el divino beneplácito, incluso a la dignidad de Madre de Dios.

 

35 Creo, según fue revelado a Sta. Matilde, que te sentías tan modesta que,

a pesar de poseer todas las gracias, a nadie te preferiste.

Y, como dijiste a la benedictina santa Isabel, tengo por seguro que te considerabas muy humilde e indigna de la gracia de Dios.

 

36 Creo, oh Madre mía, según lo expusiste a santa Brígida, que, mereciste ser destinada a la Maternidad divina, porque pensaste y supiste que, por ti, no eras nada ni tenías nada.

 

37 Creo que por tu humildad ocultaste a san José la divina Maternidad, con vergüenza incluso de considerarlo necesario. Serviste a Santa Isabel, y siempre elegiste el último lugar.

 

38 Creo, según dijiste a santa Brígida, que tenías de ti misma un concepto tan bajo, porque pensaste y supiste que nada eras ni tenías, y por ello no quisiste tu alabanza, sino sólo la del Dador y Creador.

 

39 Y confieso con san Bernardino de Siena, que no existió criatura alguna que se haya humillado más que Tú. Y que en todo el mundo no existe ni siquiera el más insignificante grado de humildad comparada con la tuya.

 

40 Creo que era tan grande el fuego que en ti ardía hacia Dios que, colocados juntos el cielo y la tierra, se habrían consumido en un instante; y que todos los ardores de los serafines eran una leve brisa en comparación contigo.

 

41 Creo que sólo tú cumpliste el precepto: “amarás al Señor […]”, y que tú, desde el primer momento de tu vida, superaste el amor de todos los ángeles y hombres hacia Dios; y que los benditos serafines podían bajar a aprender de tu corazón la manera de amar a Dios.

 

42 Creo —con san Buenaventura— que con semejante fuego divino jamás fuiste tentada; y que, en una palabra, como revelaste a Sta. Brígida, sólo pensabas en Dios, y nada te agradaba sino Dios.

 

43 Creo con Suárez, Ruperto, san Bernardino y san Ambrosio que: incluso cuando tu cuerpo descansaba, tu alma velaba. Y que el sueño no te impedía amar a Dios; por lo que también te pertenece aquello de: “Yo duermo, pero mi corazón vela”.

Creo que, mientras vivías en la tierra, permanecías constantemente amando a Dios; y que jamás hiciste cosa alguna que no fuera de su gusto.

Y que estabas tan llena de una caridad tal y tan grande como pueda percibir una criatura en la tierra, de forma que heriste y robaste el divino Corazón.

 

44 Creo que amaste tanto al prójimo que no ha habido ni habrá nadie que lo haya amado tanto; por lo que no hay en el mundo criatura que [se te pueda igualar]…

 

45 Y que si se unieran el amor que todas las madres tienen a sus hijos, todos los esposos a sus esposas y todos los santos y ángeles a sus devotos, no alcanzan al amor que Tú tienes a una sola alma; y que el amor que todas las madres han sentido por sus hijos es una sombra comparado con el amor que nos tienes a cada uno de nosotros.

 

46 Te diré con san Agustín: tu fe abrió el cielo cuando asentiste al ángel anunciador.

 

47 Creo, con Suárez, que tuviste más fe que todos los hombres y ángeles juntos; y que cuando los discípulos dudaban, tú no dudaste.

Te llamaré, con san Cirilo: cetro de la fe ortodoxa.

 

48 Creo que eres la Madre de la Santa Esperanza; y el modelo de la confianza en Dios.

Creo que fuiste mortificadísima.

Creo lo que dicen de ti san Epifanio y el Damasceno: que fuiste tan mortificada de los ojos que los tenías siempre bajos, y que jamás los fijaste en nadie.

 

49 Creo lo que revelaste a la benedictina santa Isabel: que no tuviste ninguna virtud sin fatiga y oración.

Creo lo que dijiste a santa Brígida: todo lo que pudiste tener lo diste a los necesitados, y nada te reservaste salvo un ligero alimento, y el vestido.

Creo que despreciabas las riquezas humanas.

Creo firmemente que hiciste voto de pobreza.

 

 

 

ESTUDIO DEL CREDO MARIANO[1]

 

Esbozo metodológico para una Mariología experiencial

 

 1.- Un texto mariano singular

El año 1896 el Ven. P. Germán de san Estanislao, CP publicaba la primera edición de los Escritos de san Gabriel de la Dolorosa[2]. Era una sencilla colección de cartas familiares con algún que otro texto menor de naturaleza ascética. Pero aquella edición contenía una verdadera joya. Era una composición del Santo que no llevaba título alguno[3], pero que entre sus devotos es conocido como el Credo de María. A la muerte de su autor desapareció ese escrito suyo[4]. Lo habían sustraído los devotos para conservarlo como reliquia. Así desapareció el manuscrito del Credo. Pero cuando se realizó la perquisición de los escritos para el proceso de beatificación, el devoto poseedor del Símbolo entregó cuidadosamente su preciada reliquia. Inmediatamente fue transcrito en el convento de los Santos Juan y Pablo de Roma, debidamente autenticado, y sometido a revisión canónica. El texto fue añadido al dossier de los escritos gabrielinos el 1 de diciembre de 1894. El 4 de junio de 1895 se expedía el decreto de la revisión realizada[5]. La edición de1896 era parcial y deficiente. Se realizaron varias otras más completas[6], pero la edición crítica se ha hecho esperar hasta el año 1986[7] .

El Símbolo fue compuesto en el último período de la vida de San Gabriel entre los años 1860‑1861[8] Consta de siete partes, de siete artículos cada una[9]. La composición del Credo fue una forma de cumplir el voto que había hecho de difundir la devoción a los Dolores de Maria. El autógrafo es un texto incompleto[10]. A pesar del juicio altamente favorable que mereció el escrito a los miembros de la revisión canónica, no ha sido valorizado como notable pieza mariológica hasta tiempos muy recientes[11].

De este Credo o Símbolo mariano se ha dicho que es «una colección de alabanzas a María”[12]. Se ha notado que es “el testimonio más hermoso de la devoción de san Gabriel a la Virgen”[13] . El P. Cavatassi llega a afirmar que “es un texto que toca los vértices más elevados de la piedad mariana occidental, y en la Historia de la Iglesia tiene sólo un precedente análogo en el celebérrimo Hymnos Acáthistos de las Iglesias Orientales»[14].

2.- El autor

El Credo no podía ser sino obra de un gran devoto de María. Y San Gabriel lo fue[15]. A esta su piedad mariana se había atribuido ya en vida, toda su santidad.[16]: El oficio litúrgico del santo se hacía eco de esta persuasión universal: “La Virgen Dolorosa fue para él —en cierta medida— el sentido de toda su vida, y la maestra de toda su santidad, hasta el punto de que los contemporáneos lo tuvieron como suscitado por Dios con el fin de que la devoción a la Dolorosa recibiera un singular desarrollo gracias a su ejemplo «.

En este marianismo singular de San Gabriel influyó mucho —sin duda— el marco histórico del siglo XIX, con el mensaje de sus grandes apariciones marianas, y de la definición dogmática de la Inmaculada (8.12.1854)[17].

La devoción a María le venía a San Gabriel de lejos. En su casa era muy venerada una imagen de la Dolorosa. Al quedarse huérfano de madre a la edad de tres años, la Virgen empieza a hacer las veces de madre. En Spoleto, a donde se traslada su familia en 1841, hay muchos lugares de gran renombre mariano. En la catedral se venera una antiquísima Santa Icone. Los PP. Servitas fomentan la devoción a la Dolorosa. Los Hermanos de La Salle, en cuyo colegio estudia Gabriel, forman su corazón en un gran amor a la Virgen. En el liceo de los PP. Jesuitas conoce la Congregación Mañana y se hace inmediatamente socio. Uno de los profesores que tuvo en el liceo jesuita le escribió desde Roma una carta donde se contenían frases de exhortación mariana como las siguientes: “Este año es el triunfo de María Inmaculada. Procúrate una imagen que represente este singularísimo privilegio, colócala en la pared de tu habitación, arrodíllate a sus pies y con gran efecto, pon toda tu alma y este asunto [el de la vocación] en sus manos. Pídele, insiste para que te dirija amorosamente, te ilumine y te preserve de los engaños del demonio. Pídele continuamente perdón de tus infidelidades. Recuérdale que Ella es tu Madre; que tú no eres tuyo sino de Ella, y que como cosa suya disponga de ti y te ponga en el camino que te lleve al paraíso. ¡Oh qué buena y amante es María!”

Una obra de santidad tan perfecta como la que realizó la Virgen en san Gabriel no podía permanecer oculta bajo el celemín de una historia sin memoria. Ella, que cantó en su Magnificat la gloria futura con que Dios la había de recompensar, proporcionó también a su devoto un renombre singular. “Desde su beatificación y canonización —escribió Juan XXIII— aquel joven brilla en la Iglesia como una nueva estrella, enseña con un ejemplo a los fieles y protege con su intercesión a sus devotos”[18].

La gloria póstuma de san Gabriel es un fenómeno bien llamativo. La canonización del santo pasionista desencadenó en la Iglesia un anhelo imitativo de su santidad que se ha eclipsado tras el Vaticano II, pero a lo largo de la primera mitad del siglo XX fue uno de los fenómenos más influyentes en el fomento de la piedad mariana de la juventud. Y hay que reconocer que su ejemplaridad fue extraordinariamente benéfica para la Iglesia[19]. El marianismo juvenil de la primera mitad del siglo XX se nutría de la lectura de san Gabriel, porque en él veía plasmado el mejor modelo de una piedad mariana seriamente vivida y dotada de un singular valor cristocéntrico[20]. “Ad Jesum per Mariam”.

 

3.- La cima de una experiencia mariana única

La composición del Credo Mariano señala en la vida de san Gabriel la cima de una experiencia mariana muy singular que empezó con su vocación. La llamada a la vida religiosa la recibió Gabriel en una manera milagrosa, cuando en la octava de la Asunción (22.8.1856) oyó que la sagrada imagen lo interpelaba claramente con estas palabras: “¡Francisco! ¿Qué haces en el mundo? El mundo no es para ti. ¡Sigue tu vocación!”. La llamada divina le llegaba de labios de María. Desde aquel momento la experiencia vocacional dejaba su vida marcada para siempre con un auténtico sello de marianismo. La Virgen que lo llamaba a la vida religiosa sería la que le ayudaría a mantenerse perseverante en ella, y lograr un nivel de heroico radicalismo.

El día 6 de septiembre del mismo año 1856 abandonó Spoleto para ingresar en la Congregación Pasionista. Al día siguiente llegó a Loreto. Allí pasó el día 8, solemne fiesta de la Natividad de María. En aquel santuario mariano y en tan solemne fiesta reflexionó sobre lo vivido desde la milagrosa llamada y decidió responder con toda generosidad a la Virgen en la nueva vida que iba a emprender. En el Noviciado cambia su nombre de bautismo (Francisco) toma el de Gabriel, en recuerdo del arcángel que anunció a María su divina maternidad. Como apellido religioso, escogió un título mariano —el más vinculado con la espiritualidad de la Congregación en que va a ingresar— la Dolorosa. Desde entonces la historia le conocerá con este nombre doblemente mariano, Gabriel de la Dolorosa. La vestición del hábito tiene lugar el día de los Dolores de María (21 de septiembre).

Una fuerte convicción guió a Gabriel desde su Noviciado, a lo largo de toda su existencia religiosa: que María es el medio imprescindible para llegar a Jesús y ser llevado por él a la Trinidad.

Desde esta inquebrantable persuasión, se empleó a fondo para hacer de su vida una imitación perfecta de la Virgen. Leyó lo mejor de la espiritualidad mariana que encontró en el Noviciado Pero, sobre todo, se entregó al fiel cumplimiento de sus obligaciones de clérigo pasionista. Para él la meta de la santidad y la mediación mariana para alcanzarla fueron consideradas como un todo inseparable. El no disoció existencialmente a María de Jesús ni de la Trinidad. Ya estaba diseñado el proyecto sobrenatural de Gabriel. La santidad del joven pasionista será toda ella obra de María. Así lo afirma la colecta de su fiesta: “¡Oh Dios, que, por medio de María, has honrado a san Gabriel con la gloria de la santidad y de los milagros!”. Pero fue un proceso lento y paulatino. Conforme alcanzaba las metas de la marianización de su vida, sintió anhelos de nuevas entregas. Hizo voto de promover la devoción a los Dolores de María. Quiso grabar sobre su pecho el nombre de María. En este ambiente, y cuando su experiencia mariana llegaba a la cumbre, decidió componer el Credo Mariano.

 

4.- El contexto místico-mariano del Credo

La vida mística de san Gabriel se inicia cuando a los 18 años de su vida, tiene la milagrosa locución del icono mariano de Spoleto. Por la conexión inseparable que suele mediar entre las locuciones y las visiones, es muy probable que aquella locución de tan decisivo influjo en la vida del joven Possenti se viera acompañada de una visión de la Virgen. Este episodio marca el inicio de la vida mística de san Gabriel. Esta iniciación primera se completó luego con la difícil y precoz entrada en la pasividad mística. Estos hechos son de gran importancia en el itinerario espiritual de san Gabriel hacia la redacción del Credo.

Cuando ingresó en el Noviciado, fuertemente impresionado por la llamada de la Virgen, y aborreciendo su vida mundana precedente, que le hizo desoír tres veces la llamada divina, le embargó un fuerte anhelo de expiar sus pecados y darse a una vida de penitencia en la nueva vida que emprendía con la toma de hábito. Esto explica el fuerte sentido ascético de los primeros tiempos de su vida religiosa.

Para confirmar el voluntarismo de los primeros tiempos de su itinerario espiritual basta leer los propósitos compuestos en los primeros años de su vida religiosa. En cuarenta resoluciones había condensado toda la espiritualidad del Ejercicio de perfección y virtudes cristianas del jesuita P. Rodríguez, uno de los autores más puramente ascéticos de la literatura espiritual moderna. Pero la espiritualidad de la Congregación en cuyo seno ingresaba era de orientación mística y tendía a la pasividad desde una actitud de entera sumisión al divino querer. No le fue fácil a san Gabriel dar aquel viraje. El terrible conflicto interior producido por este cambio tuvo —sin duda— su repercusión en el colapso de su salud, que degeneró en la tisis pulmonar que acabó con sus días.

¿Cómo se verificó en san Gabriel este decisivo cambio? De una manera sencilla. Fue la total entrega a María y su actuación maternal la que facilitó en su espíritu la adopción de las disposiciones propias de la contemplación infusa y la subordinación de todos sus anhelos al simplicísimo y místico deseo de no querer sino lo que Dios quería. A partir de esta evolución el absoluto de san Gabriel es el querer de Dios. Las palabras que cierran su última carta son éstas: “Dios lo quiere así; así lo quiero también yo”. Este difícil y doloroso cambio evidencia hasta qué punto es la Virgen María, la Madre de la mística cristiana, la que lleva a las almas —mediante la acción del Espíritu que en ella habita plenamente— a morir a lo natural y renacer a lo místico sobrenatural que se manifiesta en la vida según el Espíritu.

En esta etapa mística que empieza de manos de la Virgen tiene lugar —sin duda— el conjunto de experiencias marianas que lo inspiraron a componer su Credo.

5.- El contenido

 

La impresión primera que produce la lectura es que el texto es algo inconexo, por la yuxtaposición de proposiciones sueltas[21]. Según la edición crítica, el texto tenía una articulación en siete partes de siete artículos cada una, siguiendo el esquema de los siete dolores de la Virgen

Analicemos al detalle el contenido del Credo.

 

-La Divina Maternidad

La fe en el misterio mariano fundamental, que es la divina maternidad de María, aparece formulada de la siguiente forma:

Creo que la dignidad de ser Madre de Dios es, en su género, infinita. Y que su estado fue sumo, que sólo puede darse a las criaturas puras. Y confieso con san Buenaventura que: Ser Madre de Dios es la máxima gracia concedible a simples criaturas: es la mayor que Dios puede otorgar. Dios puede hacer un mundo mayor, un cielo mayor; pero no puede hacer nada mayor que a la Madre de Dios.

Creo que lo inmediato a ser Dios, es ser la Madre de Dios. Y, por consiguiente, “no podrías estar más unida a Dios, a no ser que te hicieras Dios” (san Alberto Magno), y que tan excelsa es tu perfección que sólo a Dios está reservado conocerla.

Como se ve, no se describe la esencia del dogma sino que se desarrollan algunas derivaciones doctrinales acerca del gran misterio. Llama la atención —sin embargo— la sobriedad y la finura de los enunciados, lo mismo que la seguridad doctrinal que su autor posee.

 

La plenitud de gracia

De la divina maternidad se deriva la plenitud de Gracia que María posee. Gabriel resume así dicha verdad:

Creo que Dios te ha dotado, en grado sumo, de todas las gracias y dones generales y particulares concedidas a todas las criaturas.

 

-La relación con los ángeles y el cosmos

En dos sencillos enunciados recoge la doctrina mariana sobre el particular:

Creo que tu grandeza es superior a la de todos los Santos y Ángeles.

Creo que por ti ha sido hecho todo el Universo; y que por tu disposición se mantiene el mundo, al que también tú fundaste, desde el principio, con Dios. Y que por tu amor no destruyó Dios al hombre después del pecado.

La vida histórica de María

Hay un amplio desarrollo de la vida histórica de María en el Credo.

Señalamos los puntos esenciales. Empieza con la imposición del nombre de María, cuyo origen y sentido detalla conforme a los libros de piedad mariana del tiempo[22]. Igualmente, se detiene en describir la belleza de María[23] .Toca también el tema la virginidad de María cuyo sentido y valor ensalza[24]. De la niñez de María recuerda su inocencia[25].

-La vida teologal de la Virgen

Singular importancia da el santo en su Credo a la vida teologal de la Virgen.

 

De la fe de María afirma:

Te diré con san Agustín: “Tu fe abrió el Cielo cuando asentiste al ángel anunciador”.

Creo, con Suárez, que tuviste más fe que todos los hombres y ángeles juntos; y que cuando los discípulos dudaban, tú no dudaste. Te llamaré, con san Cirilo: Cetro de la fe ortodoxa.

 

En cuanto a la esperanza afirma:

Creo que eres Madre de la Santa Esperanza; y el modelo de la confianza en Dios.

 

Donde se detiene con mayor interés es en el amor de María, a Dios y al prójimo:

Sobre el amor de Dios confiesa:

Creo que sólo tú cumpliste el precepto: Amarás al Señor…; y que tú, desde el primer momento de tu vida, superaste el amor de todos los ángeles y hombres hacia Dios; y que los benditos serafines podían bajar a aprender de tu corazón la manera de amar a Dios.

Creo que era tan grande el fuego que en ti ardía hacia Dios que, colocados juntos el cielo y la tierra, se habrían consumido en un instante. Y que todos los ardores de los serafines eran una leve brisa en comparación contigo

Creo —con san Buenaventura— que con semejante fuego divino jamás fuiste tentada; y que, en una palabra, como revelaste a santa Brígida, sólo pensabas en Dios, y que nada te agradaba sino Dios.

Creo que, mientras vivías en la tierra permanecías constantemente amando a Dios; y que jamás hiciste cosa alguna que no fuera de su gusto. Y que estabas tan llena de caridad, tal y tan grande como pueda percibir una criatura en la tierra, que heriste y robaste el divino Corazón.

En cuanto al amor al prójimo dice:

Creo que amaste tanto al prójimo que no ha habido ni habrá nadie que lo haya amado tanto; por lo que no hay en el mundo criatura que [que se te pueda igualar] … Y que si se unieran el amor que todas las madres tienen a sus hijos, todos los esposos a sus esposas y todos los santos y ángeles a sus devotos, no alcanzan al amor que tú tienes a una sola alma; y que el amor que todas las madres han sentido por sus hijos es una sombra comparado al amor que nos tienes a cada uno de nosotros

Creo lo que dijiste a santa Brígida: “Todo lo que pudiste tener lo diste a los necesitados, y nada reservaste salvo alimento y ropa austeros”.

-Las virtudes de María

Particular atención dedica a las virtudes de la Virgen.

Ante todo enuncia el principio de que la vida virtuosa de María no estuvo exenta de esfuerzo:

Creo lo que revelaste a la benedictina santa Isabel: que no tuviste ninguna virtud sin fatiga y oración

 

En este ejercicio de las virtudes se fija, en primer lugar, en el desprendimiento de los bienes terrenos[26]. Le sigue la atracción por la vida contemplativa[27], el amor a la humildad[28], la mortificación[29].

 

-Asunción y Coronación

El curso de la vida histórica de María lo cierra el Credo con la mención de la Asunción y de la coronación de María[30].

-Títulos marianos

Entre los atributos de María, menciona el Credo la maternidad espiritual de María[31], la corredención[32], y la Mediación universal[33]. María es contemplada también como pacificadora[34] y la que trae la reconciliación de todos[35]. Es también el principio universal de salvación[36]. Además, María escucha toda plegaria[37].

-Madre de misericordia

El atributo que más exalta el santo es el de la misericordia de la Virgen[38]. Por eso es proclamada como la esperanza de la salvación[39]. María es también confesada como madre de la perseverancia[40], y camino seguro de santidad[41].

Para el final de la vida, la Virgen es consuelo de los agonizantes[42]. En el Purgatorio, María es intercesora poderosa para obtener de Dios la pronta salida del mismo[43].

Por fin , la devoción a María es prenda segura de salvación[44].

Este es en síntesis, el contenido del Credo mariano de San Gabriel.

 

 

6.- Un Credo muy singular

 

El texto gabrielino se denomina Credo por la frecuencia de la expresión: “creo” y equivalentes[45].

El Credo Mariano —llamado también Símbolo— es una larga lista de proposiciones teológicas relativas a la Virgen.

Es fácil relacionar el texto con las fórmulas de fe que se han elaborado en la Iglesia desde los primeros siglos cristianos hasta nuestros días, con el fin de ofrecer a los fieles un resumen de lo más esencial de la fe común de la Iglesia.

El Símbolo de san Gabriel constituye una variedad interesante dentro del género literario de los credos y confesiones de fe. Su peculiaridad primera está en el carácter personal y no público/oficial de su credo. Responde a la imagen interior que se había formado de la Virgen, cuyos títulos y grandezas resume en forma de enunciados cortos estructurados a modo de un género intermedio entre el credo y el elogio devoto. Son verdaderamente una confesión, en la que se exterioriza la interior convicción en alabanza amorosa de la Virgen. De ahí que el Símbolo no conste de enunciados de “mínimos» como suelen serlo los credos oficiales que recogen, a modo de artículos de contenido esencial, lo que en todas partes, y siempre se ha creído en la Iglesia universal. El Símbolo mariano de san Gabriel no tiene el valor dogmático de las confesiones de fe infalible, ni tiene la pretensión de elaborar un credo comparable con dichos símbolos. Es una serie de enunciados que expresan las convicciones personales del santo, en las que atribuye a la Madre de Dios todo lo mejor que un devoto puede pensar como digno de la más excelente criatura. Entre lo esencial y universal —lo que es obligatorio para todos—, y la piedad singular que acepta con asentimiento de fe determinados enunciados, hay una gama amplísima de matices en las verdades mariológicas.

La segunda característica del Credo gabrielino es su temática original. Es un credo mariológico. Prescindiendo de todo aquello que es exclusivo de la Divinidad (naturaleza divina, persona del Verbo), y rechazando lo que no es compatible con el estricto dogma católico, san Gabriel atribuye a María todos aquellos privilegios que la piedad de los santos Padres[46], los doctores[47], los santos[48], los teólogos[49], las personas dotadas del carisma de revelaciones privadas[50], y la devoción popular atribuye a María.

Como en siglos pasados, los individuos y las colectividades confesaban como de fe y hacían voto de defender hasta la sangre verdades como la Concepción Inmaculada de María, su Asunción a los cielos o, en la actualidad, muchos devotos de la Virgen la creen mediadora de todas las gracias, corredentora, etc., san Gabriel fue enunciando en hermosas proposiciones la rica doctrina patrística y de tos autores marianos antiguos y modernos, hasta el más cercano a su siglo, san Alfonso María de Ligorio. Para evitar en un texto muy largo la monotonía de la expresión creo, utiliza fórmulas variadas que en su espíritu equivalen a una verdadera confesión de fe, de tipo personal. Se trata de una profesión de fe muy singular[51].

La concentración en el misterio de la Virgen matiza su fe con el referente mariano. El Credo se centra en lo divino de María, que constituye el verdadero objeto de la fe. Al mismo tiempo, subraya lo mariano de Dios en la historia de la salvación .Como la humanidad pregnante de la Madre envuelve el ser humano de del Hijo de Dios, así, la confesión de fe mariana incluye la fe en el Hijo divino. La concentración mariana no es exclusión cristológica o trinitaria del misterio de Jesús.

7.- Lo incomunicable de la experiencia personal de la fe

 

El Credo Mariano surge en la vida de Gabriel como un acto de personalización de los credos dogmáticos oficiales, en una vivencia desde la peculiaridad de su experiencia mariana. Por eso, para entender el género literario tan especial de su Credo hay que distinguir entre los actos de fe íntimos y personales, y las confesiones de fe públicas, oficiales y colectivas.

La fe es un acto siempre personal de adhesión a la verdad revelada. Este acto no recibe una formulación particular, toda vez que acontece en el ámbito de la intimidad personal. La formulación explícita se hace necesaria cuando en la profesión de la fe coinciden varias personas, las cuales expresan externamente la común creencia. Así han surgido en la Iglesia las profesiones de fe comunitarias. Esta fe común y colectiva se expresa, a su vez, en diversidad de formulaciones de géneros literarios diversos. Se dan fórmulas simples y fórmulas más desarrolladas, pero con una intención igualmente universal de expresar toda la fe. A veces las confesiones de fe se centran en algunos aspectos más concretos que forman como una unidad homogénea. Tal es el caso del Quicumque, centrado en el dogma trinitario, o las confesiones neotestamentarias de tipo formalmente cristológico.

Las confesiones de fe, generalmente, recogen aquellas verdades fundamentales que son de fe para todos los creyentes. Pero hay casos en los cuales, personas aisladas o grupos de personas pronuncian un acto de fe sobre verdades no definidas, y que —por tanto— no se imponen como de fe. Tal fue el caso de los que profesaban creer en la concepción inmaculada de María antes de la definición del 8.12.1854 o su Asunción. En esos casos se llegó a veces hasta actos de fe con un compromiso de martirio, como en los votos de sangre. Esta lista de verdades no conoce límites. Cuantas verdades no entran en conflicto con la revelación, y son aceptadas como piadosas creencias pueden ser elevadas a actos personales de fe. Se pude creen en la corredención mariana, en su mediación universal, en la impecabilidad de María, en la ciencia beatifica de la Virgen etc., etc.

En estos actos individuales de fe en verdades que no se imponen como de fe, es de suma importancia determinar la fuente íntima de donde brota la necesidad de formular en forma personal una realidad objetiva y común como es la fe codificada en fórmulas universales y colectivas.

Esa fuente oculta es la vivencia personal única, y al modo propio de la unicidad irrepetible de cada existencia personal. Nadie vive igual que otro su fe. Pero ¿quién la concientiza en esa dimensión de la unicidad e irrepetibilidad de la persona? ¿Y quién logra dar una forma personal a las vivencias incomunicables de la experiencia mística mariana?

El siglo de san Gabriel fue un siglo de grandes vivencias marianas. Pero sólo él se lanzó a expresar en un credo lo que sentía y vivía de la Virgen en su existencia personal.

8.- El motivo formal de fe en el Credo Mariano

 

¿Cuál es el motivo formal por el cual Gabriel cree en las verdades marinas de su Credo? ¿Dónde se da en tales enunciados devotos la condición de verdades reveladas necesaria para que sobre esos enunciados se apoye un acto de fe?

¿Cómo encaja este texto de las profesiones de fe? ¿Cómo se entiende la fe en los enunciados del Credo Mariano de San Gabriel?. ¿Con qué base dogmática cuenta el santo al pronunciar sobre tan numerosos y diversos aspectos del misterio de María una afirmación de fe?¿Cuál es la base mística o teológica en que se sustentan las creencias profesadas por el santo como enunciados de fe?

El Credo Mariano de San Gabriel pertenece al orden de credos de temática unificada, desde la perspectiva del misterio mariano. Es —además— una profesión de fe estrictamente personal[52], que versa sobre verdades aún no presentadas por la Iglesia como de fe divina. Estas profesiones están condicionadas por unas opciones personales de muy diferente motivación. No es una profesión de algunas pocas verdades aisladas comúnmente tenidas como de fe entre las personas piadosas y con la perspectiva de próxima definición de fe, al menos, de una posibilidad de semejante definibilidad. Es un credo universal en el cual el misterio mariano se mira en los contenidos muy detallados y especificados. En este credo está fuertemente presente la convicción de realizar un acto explícito de fe. Para ello es necesario poseer un marco de referencias de pertenencia a la fe lo suficientemente seguro como para aventurarse a expresar la creencia en términos de fe. En este aspecto, el Credo se sitúa en la franja piadosa de la credulidad que —sin ser de objetos definidos— posee una suficiente garantía como para asentar sorbe ella una afirmación de fe. Podría pensarse que el Credo no supera ese nivel de numerosos devotos de María que asienten a todas las verdades marianas que se encuentran expuestas en los libros de piedad mariana. Ciertamente, este motivo no está ausente en su texto. Pero, tratándose un santo cuyas virtudes heroicas han sido reconocidas por la Iglesia, el nivel espiritual en que vive el contenido del Credo es el orden superior de lo místico y no una simple credulidad devota que se queda con lo mejor de las enseñanzas piadosas sobre la Virgen.

Para convenirse de ello es menester insistir en la metodología que rige esta selección de verdades marianas. Ya se ha dicho que el santo leyó todo lo que en la biblioteca del teologado había de literatura mariana. Más aún, el propio director de los teólogos había compuesto un tratado de mariología. Por tanto, el ambiente de estudios era de un cierto rigor y exigencia técnica en Mariología[53].

Prescindiendo de los contenidos, veamos algunos aceptos de su metodología.

Todos los enunciados están justificados por algún razonamiento teológico o la autoridad de algún autor famoso. En la selección de los enunciados, san Gabriel prefiere los testimonios basados en santos que se han distinguido por su ciencia —doctores— y su preferencia mariana: san Bernardo, san Buenaventura, etc.

En segundo lugar, vienen los grandes teólogos que han formulado con particular desarrollo la fe mariana. Tal es el caso de Guerrico, el abad de Celles Raimundo Jordán, Suárez.

Junto a los doctores, los teólogos y los santos, vienen las personas dotadas del carisma de revelaciones privadas. Son las más numerosas. santa Brígida, santa Matilde, santa Gertrudis, santa Isabel, OSB. Esta preferencia da a entender con qué instinto espiritual realizaba la selección de las proposiciones. Era la congenialidad de su mundo mariano interior, con las afirmaciones de las personas que sentían lo mismo que él. Era un criterio de congenialidad espiritual.

Este instinto de congenialidad lo guió en el intento original de reducir a síntesis todas las verdades marianas que ocupan la franja de la pía credulidad que separa la mariología crítica de un Windenfeld, y la fría teología mariana especulativa.

Se podría decir formalmente que el ámbito teológico del Credo es la piedad popular marina. Su fundamento está en la vivencia personal del que ha compuesto el Credo.

9.- Carácter estrictamente personal

 

¿Con qué finalidad lo compuso el santo? El hecho de haber querido escribirlo con su sangre y llevar un trozo del mismo sobre el corazón denota su finalidad estrictamente personal. Esto crea —como ya hemos dicho— una variante muy original entre las confesiones de fe utilizadas en la Iglesia con una finalidad estrictamente colectiva y grupal, y las expresiones de fe personal que dan salida a las convicciones no impuestas como de fe dogmática. En este sentido, la composición del Credo tenía en san Gabriel una doble finalidad. En primer lugar debió de sentir una presión interior que lo llevó a dar expresión al mundo de convicciones interiores sobre las maravillas del misterio mariano. Es sabido que la intensidad de las vivencias interiores busca su salida expresiva en muy variadas formas. Una de ellas es la escritura. La pérdida de cuaderno autobiográfico del santo, quemado por expresa petición del mismo, poco antes de morir, encuentra una compensación en este texto en que es muy fácil seguir sus preferencias espirituales. No habla, p. e., de la Inmaculada, siendo así que conoció su definición dogmática cuando tenía 16 años. Tampoco habla de la Asunción, cuya fiesta se celebraba en la Congregación pasionista con gran solemnidad, precedida de una cuarentena de prácticas piadosas. La preferencia por el motivo de la misericordia debía de recordarle su conversión por la llamada de María en una locución sobrenatural el 22 de agosto de 1856. La insistencia en el motivo de las virtudes de María tiene su razón de ser en una práctica marina de tipo seriamente imitativo.

Otra motivación importante a la hora de pasar al papel sus convicciones de fe sobre la Virgen fue la de tener a mano un resumen de todos los títulos y grandezas de María. En este sentido, lo había precedido su propio Director Espiritual, autor de una devota mariología que recogía gran número de textos patrísticos sobre la Virgen.

Pero tal vez el principal móvil interior que lo lanzó a componer su Credo no tenía una explicación a nivel de conciencia clara. Era un impulso más fuerte que él. Era un fuego interior que no podía retener sin darle salida al exterior con la forma de un texto escrito. Con fuerza análoga los grandes artistas se ven impulsados a crear. Un parecido impulso interior incoercible llevó también a los autores inspirados a componer sus textos, cuyo sentido se descubriría en la recepción de la comunidad creyente a la cual destinaba tales escritos. En otras palabras, el impulso interior que llevó a san Gabriel a redactar su Credo tenía mucho que ver con su misión de suscitar de la devoción[54] mariana en el siglo XX. Con razón este siglo ha sido llamado saeculum marianum; y san Gabriel fue uno de los santos que más decisivamente influyeron para que en él se viviera tan intensamente la piedad mariana, especialmente en la juventud[55]. La redacción de su Credo tenía mucho que ver con esa su misión de santo mariano, suscitador de la piedad mariana en los jóvenes de la primera mitad del siglo XX. La redacción del Credo era un efecto primero de aquel voto suyo especial, de propagar la devoción a los Dolores de la Virgen que se ha mencionado ya. Para propagarla tenía que conocerla. Para hablar de la Virgen, tenía que tener a mano un bosquejo completo de los títulos y grandezas de María. Así nació el Credo Mariano.

9.- Actualidad del Credo

¿Qué lugar ocupa en la mariología actual la síntesis personal de san Gabriel en su Credo Mariano? El editor crítico y comentarista del mismo se inclina a creer que el Santo pertenece –teológicamente- a la corriente que en el Vaticano II se llamó maximalista, pero «con tanto equilibrio y tacto, con tal apertura a la armonía de los dogmas, con tal atracción por el misterio de Dios, con tal adhesión a Cristo, y con tal atención al pensamiento de la Iglesia, que parece anticiparse a los nuevos tiempos y a la nueva teología mariana[56]

El enfoque del B. Juan XXIII en punto al marianismo del santo pasionista –según las palabras pronunciadas en el centenario de su muerte- mira más al testimonio de una piedad mariana autenticada por la práctica de las virtudes[57] .Sin embrago, ni la clasificación del Santo entre los mariólogos maximalistas, ni su reducción al rango de un puro testimonio mariano confirmado por la vida virtuosa hacen justicia a la imagen mariológica del santo que emerge de su Credo Mariano. La verdad es que el Creo ofrece auténticas aportaciones en el campo estrictamente teológico.

En primer lugar estamos ante un tipo nuevo de credo o profesión de fe.

Este Credo es una profesión de fe viva y personal. Nada tiene de convencional, sino que es de gran originalidad. Tampoco es colectivo. Es individual, de uso privado, no destinado a la publicidad. Por esto mismo, no es oficial a ningún nivel eclesiástico. No tenía investidura alguna para darle tal rango. No es genérico ni de tenor esencial al modo de de todos los credos desde el Símbolo Apostólico hasta el reciente “Ad tuendam fidem” de Juan Pablo II. Es un Credo amplio, desarrollado, minucioso, detallado hasta la minucia. En este campo de las formulaciones de la fe San Gabriel testimonia la originalidad de una fe personalizada, vivida desde la unicidad irrepetible de todo creyente. No hay dos fieles que crean del mismo modo. San Gabriel es un santo mariano de características únicas. Y también lo es su Credo. La fe es una realidad de todos, mas cada uno la vive, y la formula al modo propio. Así es también la Mariología

El Credo de San Gabriel da actualidad al hecho vaticinado por Jeremías (31,34), de una palabra interior presente en el corazón de todos. Confirma la enseñanza de Jesús, de que todos serán instruidos personalmente por el Espíritu (Jn. 6,45) y por tanto, cada uno posee un modo íntimo de creer personal y único dentro del marco de la misma fe de la Iglesia. Junto a los credos oficiales y colectivos, hay modos de creer personales, y el credo de san Gabriel es una muestra de esa fe personal e íntima.

Aun siendo tan interesante y tan vital este aspecto de las formulaciones personales de la fe, no es la aportación más válida del Credo Mariano de San Gabriel. Más allá de todo lo personal de semejante Credo, hay también aportaciones de orden objetivo y metodológico en el ámbito de la Mariología[58], y también de la ciencia teológica en general. En el orden de Mariología el Credo de San Gabriel no se sitúa en el ámbito dogmática, que se impone como de fe a todo creyente, y consta de los cuatro dogmas marianos de la Inmaculada Concepción, la Divina Maternidad, la perpetua virginidad, y la Asunción corporal cielo. El Credo Mariano no es de finalidad dogmática. ¿Pertenecerá, entonces, al orden de la Mariología científica que profundiza los contenidos de la dogmática mariana?. Tampoco parece ser el caso. El Credo Mariano no tiene el aire de una Mariología científica racional y abstracta, que desarrolla sistemáticamente y en forma rigurosa lo implícito de los cuatro dogmas marianos. Su inspiración es otra. Den efecto, junto a la Mariología dogmática y la sistemática, Junto a ellas, hay una Mariología que ofrece sus contenidos doctrinales por el despliegue interno de los datos marianos concientizados por vía mística, mediante la actuación de los dones intelectuales del Espíritu santo. Esta es una verdadera Mariología y -como tal- es también susceptible de una expresión y exposición sistemática analógica a la racional/científica, pero desde una metodología diferente. Es la Mariología mística de base experimental[59].

Esta es la Mariología que en el curso de los siglos ha hecho progresar el dogma mariano, más que la racional/científica. Es la que ha llevado al progreso dogmática que ha culminado en las grandes definiciones, como la Inmaculada y la Asunción, y quizás también la misma maternidad divina de María[60]. Marín-Sola expuso la teoría del doble progreso de la teología y del dogma, por vía intelectual, y por vía donal o de experiencia mística. El Credo de san Gabriel codifica las leyes y la metodología de esta vía del progreso de la Mariología por vía vivencial y mística. Con todo lo imperfecto e incompleto que resultó su Credo, y -a pesar de su deficiente realización- no hay duda que en la Mariología ha creado un género literario único.

A. M. Artola, CP.

Profesor de Sagrada Escritura

En el Seminario “Redemptoris Mater”

CALLAO-LIMA

Texto en el idioma original (italiano)

 

 

Contenuti del Simbolo

 

1 – Credo [o Maria] come rivelaste a S. Brigida:

Quod es regina caeli, Mater misericordiae, iustorum gaudium et aditus peccatorum ad Deum;

e che: Nullus est adeo maledictus, qui quamdiu vivit,careat tua misericordia;

e che: Nullus est ita abiectus a Deo, qui si te invocaverit, non revertatur ad Deum et habiturus sit

misericordiam;et miser erit qui ad misericordem, cum possit,non accedit.

2 – Credo che: voi siate la madre di tutti gli uomini,

e che in Giovanni li riceveste tutti per figli, giusta la volontà di Gesù.

3 – Credo che voi siate quale alla vostra Brigida vi dichiaraste:

Quasi mater omnium peccatorum volentium se emendare;

e che: Clamas pro anima peccatrice: «Miserere mei».

4 – Credo che: Voi siate la nostra vita.

Dico con S. Bernardino da Siena che: Omnes indulgentias factas in veteri Testamento,

non ambigo Deum fecisse solum (non escluso Gesù),

et, post Deum, spes unica peccatorum, vi dirò con S. Agostino.

Vi credo quale vi vide S. Geltrude, col manto aperto in cui stavano rifugiate molte fiere, leoni, orsi, tigri, e che voi non solo non li cacciavate, ma con gran pietà gli accoglievate ed accarezzevate.

5 – Per voi, noi riceviamo il dono inestimabile della S. Perseveranza:

Te sequens non deviam, te rogans non desperabo, te tenente non corruam, te protegente non metuam,

te duce non faticabor, te propitia perveniam ad te.

6 – Voi siete il respiro dei cristiani ed il loro aiuto, massime in morte, conforme diceste a S. Brigida:

Quod tu ut mater occurris eis in morte, ut ipsi consolationem et refrigerium habeant,

e che: Non est tuum – come diceste a S. Giovanni di Dio –

quod non est tuum, in mortis hora, tuos devotos derelinquere.

7 – Voi siete la speranza di tutti, massime dei peccatori;

Tu civitas refugii,

e di quelli specialmente che son privi d’ogni soccorso.

8 – Voi siete: Protectrix damnatorum, spes desperatorum;

e come intese S. Brigida che vi diceva Gesù che:

Etiam diabolo misericordiam exhiberes, si humiliter peteret;

Tu peccatorem quantumcumque foetidum non horres;

si ad te suspiraverit – vi dirò con S. Bernardo –

tu illum a desperationis barathro pia manu retrahis.

9 – Credo che: voi voliate ad aiutare chi vi invoca;

e che siate: Salus te invocantium;

e che: Plus vis tu facere nobis bonum, quam nos

accipere concupiscimus.

10 – Credo, come voi significaste a S. Geltrude, che:

aprite il manto per accogliere tutti quelli che a voi ricorrono, e che gli Angeli attendono a difendere

i vostri devoti dalle infestazioni dell’inferno.

Voi preoccupate quei che vi cercano, ed anche non richiesta, correte pronta in aiuto;

e che: Quern tu vis, salvus erit.

11 – Credo, come diceste a S. Brigida, che:

Daemones audientes Mariam, statim relinquunt animam.

12 – Confesso con S. Epifanio, Antonino ed altri,che il vostro Nome

scese dal Cielo e fu imposto per divina ordinazione.

Riconosco con S. Antonio da Padova nel Nome vostro

le stesse dolcezze che S. Bernardo considera nel Nome di Gesù:

Nomen tuum, o Maria, iubilus in corde, mel in ore, in aure melos.

13 – Credo che, dopo il Nome di Gesù, [Non] sit aliud nomen

unde tantum gratiae, spei et suavitatis piae mentes concipiant.

E col vostro S. Bonaventura confesso che:

Nomen tuum devote nominari non potest sine nominantis utilitate.

E credo ciò che diceste a S. Brigida, che:

Nullus est in hac vita tarn frigidus ab amore Dei, qui, si invocaverit Nomen tuum cum proposito poenitendi, statim diabolus ab ipso non discedat.

14 – Credo che: la vostra intercessione sia moralmente necessaria per la nostra salute;

che tutte le grazie che Dio ci dispensa passino per [le] vostre mani;

e che tutte le misericordie che si sono dispensate agli uomini,

tutte sono venute per mezzo vostro;

e che: Nullus potest caelum intrare, nisi per te transeat tamquam per portam;

credo che la vostra intercessione sia non solo a noi utile, ma necessaria, moralmente.

15 – Credo che: voi siate la Cooperatrice di nostra giustificazione;

homninum Reparatricem;

salutis hominum auctricem;

totius bumani generis reparatricem;

adiutri[cem] redemptionis;

mundi salvatricem.

Che nel mare di questa terra restan sommersi tutti quei

che non si troveranno ricevuti nella vostra nave;

e per conseguenza credo che:

Nemini, nisi per te, pateat aditus ad salutem,

e che: Nemo est qui salvus fiat, nisi per te.

16 – Credo che:

Deus decrevit nihil dare nisi per te;

che: salus nostra in manu tua est,

e che: qui petit sine te, sine alis tentat volare;

credo altresì che: frustra alios Sanctos oraret quem tu non adiuvares,

e che: quod possunt omnes isti tecum, tu sola potes sine illis omnibus,

e che: te tacente, nullus iuvabit, nullus orabit;

te orante, omnes iuvabant et orabunt.

E finalmente vi dico con S. Tommaso: Omnis spes vitae;

e vi dico con S. Agostino: Unam ac te solam pro nobis in Caelo fatemur esse sollicitam.

17 – Credo che: voi siate la tesoreria di Gesù,

e che: Nemo donum Dei suscipit nisi per te;

e che: Inventa te, invenitur omne bonum.

18 – Credo che: Unum suspirium tuum plus potest quam omnium Sanctorum simul suffragia,

e confesso con S. Giovanni Damasceno che: Potes quidem omnes salvare.

Vi credo che siate quell’Avv[ocata] che non ricusate difendere le cause dei più miserabili.

Vi dirò con S. Andrea Cretense: Salve, divina hominum reconciliatio.

E con S. Germano: Non est satietas defensionis tuae.

19 – Vi ravviso per la Paciera tra peccatori e Dio,

e vi credo per quell’esca dolcissima creata da Dio

Per prender gli uomini e specialmente i peccatori per tirarli a lui,

come E[gli] stesso lo rivelò a S. Caterina da Siena;

ed in conseguenza: Sicut magnes attrahit ferrum,sic tu attrahis dura corda, come diceste a S. Brigida.

Voi siete tutt’occhi per compatire e soccorrere le nostre miserie,

onde vi dirò con S. Epifanio multoculam»;

e ciò lo conferma quel che intese S. Brigida, quando voi richiesta da Gesù:

Mater, pete quid vis a me, voi rispondeste: Misericordiam peto pro miseris.

20 – Credo che quell’innata misericordia delle vostre materne viscere che aveste pellegrina ancora su questa terra verso dei miseri, sia superata in grandezza adesso che regnate in cielo, in quel modo che il sole supera in grandezza di splendore la luna, mi dice S. Bonav[entura].

E che siccome i corpi celesti e terreni sono illuminati dal sole, così non vi e nel mondo chi per vostro mezzo non partecipi della divina misericordia, come rivelaste a S. Brigida;

onde credo con S. Bonav[entura] che: In te, Domina,peccant non solum qui tibi iniuriam irrogant,

sed etiam qui te non rogant.

Onde è che mi persuado col medesimo Santo che: Qui praestat in obsequio tuo, procul fiet a perditione;

e ciò credo con S. Ilario che avverrà: Quantumcumque quis fuerit peccator, si [tui djevotus extiterit,

numquam in aeternum peri[bi]t.

21 – Con S. Bonav[entura]: Qui neglexerit te, morietur in peccatis suis

Qui non invocat te in hac vita, non pervenient ad regnum Dei;

.. .a quibus averteris vultum tuum, non erit spes ad salutem.

22 – La vostra devozione credo con S. Efrem che sia Charta libertatis.

Credo con S. Anselmo che: Aeternum «vae» non sentiet ille pro quo semel tu oraveris.

E che la vostra devozione è avere certe armi di salute, che Iddio non concede

se non a coloro che Egli vuol salvi, come m’assicura il Damasceno.

Onde concluderò con S. Antonino: Sicut impossibile est ut illi a quibus tu oculos tuae misericordiae avertis,

salventur, ita necessarium quod hi, ad quos convertis oculos tuos pro eis advocans, salventur et glorificentur.

23 – Credo, come già rivelaste a S. Brigida:

esser voi la Madre di tutte le anime purganti, mentre tutte le pene che esse meritano per le colpe commesse

in vita, in ogni ora per le vostre preghiere sono in qualche modo mitigate.

Troppo dunque felici e fortunati, vi dirò con S. Alfonso, sono i vostri devoti,

[e l’unica volta in cui S. Alfonso è citato esplicitamente nel Simbolo]

mentre ci assicura S. Bernardino che: A tormentis purgatorii liberas maxime devotos tuos,

conforme a ciò che intese S. Brigida che vi diceva Gesù: Tu es Mater mea, tu Mater misericordiae,

tu consolatio eorum qui sunt in purgatorio.

24 – Credo che Voi, stando per andare al Paradiso domandaste, e senza dubbio otteneste,

di potervi condurre con voi tutte le anime che si trovavano in purg[atorio].

Credo altresì, come prometteste al Papa Giovanni XXII, che gli ascritti al Carmine,

nel sabato dopo la morte sarebbero liberati dal purg[atorio].

Ma più felici sono i vostri devoti, poiché: Porta caeli reserabitur eis.

Voi siete: Reseramentum caelestis Jerusalem, sIanua caeli, 6Felix caeli porta, 7Vehiculum ad caelum.

25 – Credo che: ln Jerusalem potestas tua imperando quod vis et quos vis introducendo.

Per te caelum apertum est, infernus evacuatus, instaurata caelestis Jerusalem,

miseris damnationem expectantibus vita data est. S. Bern[ardo].

26 – Credo che: Qui operantur in te non peccabunt, qui elucidant te vitam aeternam habebunt;

e vi riconosco per quella celeste nocchiera, che conducete all’eterno porto i vostri devoti ricoverati nella

navicella della vostra protezione, come mostraste a S. M[aria] Maddalena dei Pazzi;

onde la vostra devozione, dirò con S. Bernardo, certissimum est signum salutis aeternae consequendae,

e col B. Alano: Habens devotionem hanc (salutandi saepe cum Ave) (8), signum est praedestinationis

permagnum ad gloriam.

Onde concluderò con Guerrico Abate: Qui tibi famulatur, ita securus est de Paradiso, ac si esset in Paradiso.

27 – Credo con S. Antonino che: Non reperitur aliquis Sanctorum, ita compati in infirmitatibus,

sicut tu, Beatissima Virgo Maria.

Date più di quel che vi si chiede. Voi, ubicumque fuerit miseria, tua curris et succurris misericordia.

Tu semper circuis quaerens quem salves.

Saepe, vi dirò coll’Abate di Celles, quos iustitia Filii tui potest damnare,tu Mater misericordiae liberas.

Onde credo ciò che il Signore disse a S. Brigida: Nisi praeces tuae intervenirent, non esset spes misericordiae.

Onde tengo con S. Fulgenzio che: Caelum et terra iamdudum ruissent si tu tuis precibus non sustentasses.

28 – Credo che la vostra altezza sia superiore a tutti i Santi ed Angeli;

e che: Tanta est perfectio tua, ut soli Deo cognoscenda reservetur.

Credo che: Immediate post esse Deum, est esse Matrem Dei; e che in conseguenza: Magis Deo coniungi non

potuisti, nisi fieres Deus (Alber[to] Magno).

29 – Credo che Dignitas Matris Dei, suo genere est infinita,

e che il vostro stato fu sommo, quae purae creaturae dari possit.

E confesso con S. Bonaventura che: Esse Matrem Dei, est gratia maxima purae creaturae conferibilis: ipsa est quam maiorem facere non potest Deus. Maiorem mundum facere potest Deus, maius caelum, maiorem quam Matrem Dei facere non potest.

30 – Credo quod propter te totus mundus factus est,

e che: Tua dispositione perseverat mundus quem et tu cum Deo ab initio fundasti,.

e che per amor tuo non distrusse Iddio l’uomo dopo il peccato.

31 – Credo che Iddio vi abbia dotata in sommo grado di tutte le grazie e doni generali e particolari

conferiti a tutte le creature;

e credo al Signore che rivelò a S. Brigida che la vostra bellezza superò la bellezza di tutti gli uomini

e degli Angeli.

Credo che la vostra bellezza fugava moti impuri ed ingeriva purità.

32 – Credo che foste bambina, ma di essa [aveste] solo1’innocenza e non già il difetto d’incapacità.

Foste Vergine prima, nell’atto e dopo il parto; senza la sterilità foste madre, ma Vergine.

Nella vita attiva operavate, ma senza che 1’operare vi distogliesse dall’unione con Dio;

nella contemplativa stavate raccolta in Dio, ma senza negligenza alcuna dei vostri doveri.

33 – A voi toccò la morte, ma senza le sue angustie e senza la corruzione del corpo.

34 – Credo, con S. Alberto Magno, che foste la prima che, senza consiglio e senza esempio di altri,

offriste a Dio la vostra verginità; e poi gli donaste tutte le Vergini che vi hanno imitato,

e che di esse ne siate la gonfaloniera;

e che per voi si mantenne vergine il vostro purissimo Sposo Giuseppe,

e che sareste stata pronta per conservare la verginità a rinunziare, col divino beneplacito,

anche la dignità di Madre di Dio.

35 – Credo, come fu rivelato a S. Matilde, quod ita modeste de te sentiebas, ut cum tot gratias haberes,

nulli te praetulisti;

e come diceste a S. Elisabetta benedettina, tengo per fermo quod te repu[ta]bas vilissimam

et gratia Dei indignam.

36 – Credo, o Madre mia, giusta voi lo esprimeste a S. Brig[ida], quod promeruisti Maternitatem Dei,

quia cogitasti et scivisti nihil a te esse et habere.

37 –Credo che per la vostra umiltà celaste a S. Giuseppe la divina Maternità, ad onta che il manifestarlo

pareva necessario.

Serviste a S. Elisabetta, 3e sempre vi eleggeste l’ultimo posto.

38 – Credo, secondo diceste a S. Brig[ida], essere di si basso concetto presso voi stessa, eo quod cogitasti et

scivisti nihil a te esse et habere, et ideo noluisti laudem tuam, sed solum Datoris et Creatoris.

39 – E confesso con S. Bernardino da Siena,1che non vi sia stata creatura che più si sia umiliata di voi,

e che nel mondo non vi è di umiltà neppure il minimo grado a confronto della vostra umiltà.

40 – Credo essere stato tanto il fuoco di cui voi ardevate verso Dio che, posto in quello tutto il cielo e la terra

in un momento si sarebbero consumati;

e che al vostro confronto eran aure fresche tutti gli ardori dei Serafini.

41 – Credo che voi sola perfettamente adempiste il precetto: Diliges Dominum…,

e che voi, nel primo momento del viver vostro, avanzaste 1’amore di tutti gli Angeli e uomini verso Dio;

e che i beati Serafini potevano scendere ad imparare nel vostro cuore il modo di amare Dio.

42 – Credo che per un tal fuoco divino — con S. Bonav[entura] — che giammai foste tentata,

e che, in una parola, come già rivelaste a S. Brigida: Nihil nisi Deum cogitabas, nulla tibi nisi Deus placuerunt.

43 – Credo con il Suarez, Ruperto, S. Bernardino, S. Ambrogio, che: Cum quiesceret corpus tuum,

vigilabat animus,

e che a voi il sonno non impediva [di] amare Iddio.

Onde a voi ancora appartiene quell’Ego dormio et cor meum vigilat,

e che, in una parola, mentre viveste in terra, continuamente stavate amando Dio;

e che giammai faceste se non quello che conosceste esser di suo gusto,

e che foste sì riempita di tanta carità, qualis et quanta percipi potest a pura creatura in terra,

in modo che vulnerasti et rapuisti divinum Cor.

44 – Credo che voi talmente amaste il prossimo, che […]

non vi e stato né vi sarà chi più di voi lo abbia amato,

e per conseguenza non vi è al mondo creatura che

45 – E che se si unisse 1’amore che tutte le madri portano ai figli, tutti gli sposi alle loro spose e tutti i Santi

ed Angeli ai loro devoti, non giunge all’amore che voi portate ad un’anima sola;

e che 1’amore che tutte le madri han portato ai loro figli, è un’ombra a paragone dell’amore che ad uno solo

di noi ci portate.

46 – Vi dirò con S. Agostino: Fides tua Caelum aperuit cum Angelo nuntianti consensit.

47 – Credo, col Suarez, che ayeste più fede che tutti gli uomini ed Angeli,

e che, etiam discipulis dubitantibus, non dubitasti.

Onde dirò con S. Cirillo: Sceptrum orthodoxae fidei.

48 – Credo che voi siate Mater Sanctae Spei,

ed il tipo della confidenza in Dio.

Voi foste mortificatissima.

Credo a ciò che di voi S. Epifanio e il Damasceno ci dicono, che foste sì mortificata negli occhi, che li

tenevate sempre bassi e giammai li fissavate in alcuno.

49 – Credo ciò che voi rivelaste a S. Elisabetta benedettina:

che non aveste alcuna virtù senza fatica ed orazione.

Credo ciò che diceste a S. Brigida: Omnia quae potuisti habere, dedisti indigentibus

nihilque nisi cibum tenuem et vestitum reservasti,

Credo che mundanae divitiae velut lutum tibi vilescebant.

Credo fermamente che faceste voto di povertà.

 


[1] Texto leído el 6 de diciembre de 2004, en el XXI Congreso Mariológico Internacional de Roma (4-8 diciembre del 2004) con el título de La fe, forma radical de acogida a la acción divina en la Historia. El “Credo Mariano” de San Gabriel de la Dolorosa.

[2] Lettere ed altri scritti Spirituali del Ven. Servo di Dio Gabriele dell`Addolorata, della Congregazione dei Passionisti, per cura del P. Germano di S.Stanislao, della stessa Congregazione, Milano, 1896, 125-131)

[3] No es uniforme la terminología que se utiliza para designar el escrito de san Gabriel. El original no llevaba título alguno. El confesor del santo -Ven. P. Norberto Casinelli- habla de Símbolo della Madonna. En el texto presentado a la revisión canónica de los escritos el Ven. P. Germán le puso como título Symbolus Marianus. Con este título se subrayaba el sentido de contraseña o distintivo mariano. Pero el uso posterior ha preferido el neutro symbolum que se utiliza para designar Íos simbolos de fe en la terminología eclesiástica. ( v.g. Symbolum Apostolorum etc.).Luego el uso ha preferido este último sentido, de ahí la variante de Credo Mariano .Este Credo ha entrado a formar parte de las prácticas piadosas marianas. Así el agustino P. Valerio Rodrigo lo incluyó entre las devociones mañanas en su devocionario LUZ Y CONSUELO DEL ALMA (Madrid,1955) como la primera dichas prácticas, con el título de Símbolo Mariano (pp.354‑357)

[4] En la deposición procesal para la canonización de Gabriel, su director espiritual el Ven. Norberto de Santa María recordaba sencillamente lo siguiente: «Había compuesto para sí un símbolo que llama Símbolo de la Virgen, símbolo que bien guardado, lo llevaba pendiente del cuello con protestas de devoción a su querida Reina y Señora. Si mal no recuerdo, cuando lo compuso y trataba de copiado para colgársela al cuello, me suplicó e importunó para que le permitiese escribirlo con su propia sangre. No le concedí el permiso, por eso lo escribió con tinta. Siento de veras no poder dar a conocer el contenido de tal símbolo, porque no lo recuerdo. A su muerte no se le pudo encontrar, ni siquiera, por cuanto recuerdo, cuando se quitó el hábito, porque quizá había encontrado modo de destruirlo, para que no fuese visto por ninguno de los que debían cuidado». (Deposición canónica del Ven. Norberto, en FONTI storico-biografiche di san Gabriele dell´Addolorata, Edizione critica a cura di NATALE CAVATASSI, C.P. e FABIANO GIORGINI, C.P. Edizioni ”Eco” 1969,p.133, línea 20.

[5] No se recuperó todo el texto. Una parte de las hojas del cuadernillo que llevaba sobre el pecho, fue arrancada. Tal vez era la parte más importante, pues probablemente contendía los artículos sobre los Dolores de María (.Cf. N. CAVATASSI; Il “Simbolo Mariano” di S. Gabriele dell`Addolorata …,p.104)

[6] Ver la historia de estas ediciones en N. CAVATASSI, Il “Simbolo Mariano” di S. Gabriele dell`Addolorata en SAN GABRIELE DELL’ADDOLORATA E IL SUO TEMPO .Studi, Ricerche, Documenti. Editrice”Eco”103-105., San Gabriele ,Teramo,19861,pp.122‑150.

[7]N.CAVATASSI,San Gabríele dell’Addolorata e il suo Tempo.Studi, Ricerche, Documenti, Editrice Eco, San Gabriele ,Teramo, 19861, pp. 122‑150.

[8] Probablemente se escribió a fines de 1861.Las pistas cronológicas son las siguientes. El voto de propagar la devoción a los Dolores se coloca por los años 1860-6l. Inmediatamente después de emitir este voto, el Santo procedió a redactar el texto. La negativa del permiso para copiarla en limpio con la propia sangre debe datarse de la última época de la vida del Santo (1861).Por ello, la fecha más probable corresponde a los meses entre final de 1860 y todo el año 1861.Por entornes el santo estaba cursando la última etapa de los estudios de Teología.

[9] Las siete partes las ha dividido el P. Cavatassi en la edición crítica del Símbolo, de la siguiente forma: 1‑Privilegios marianos;¸II-Las virtudes de la Virgen;III‑La maternidad espiritual de María: IV‑La maternidad espiritual que se extiende a las almas del purgatorio; V‑La mediación de las gracias; VI‑La devoción a María, garantía de salvación; VI ‑Las actitudes interiores de María

[10] La idea de perfeccionar el texto en una redacción definitiva que llevaría cabo cuando la escribiese con su sangre, le impidió dejar el Credo en redacción completa. Con frecuencia deja espacios en blanco con la idea de completar más tarde el párrafo introduciendo las citas escogidas. Hay señales de que trabajaba con papelitos sueltos –a modo de fichas- donde tenía copiados los textos que luego incluiría en el lugar apropiado. Así, en la pg.3 hay un espacio libre de dos o tres líneas, que dejó en blanco para añadir alguna idea. Toda la página cuatro está en blanco. La quinta sólo contiene un artículo incompleto. La octava y la novena tienen también espacios en blanco. La décima sólo lleva escrita una mitad. La undécima está en blanco. La duodécima lleva sólo la dirección del P. Norberto -y de otra mano-. De la decimotercera y decimocuarta sólo quedan algunos rasgos. La decimoquinta y décimosexta, están escritas en caligrafía más cuidada, eran las que llevaba en una bolsita sobre su pecho. Contenían 14 artículos. Un parte de esta hoja está quedó intencionadamente recortada. Con toda probabilidad, a la muerte del santo, alguien la sustrajo pro devoción, y no la restituyó nunca. El editor piensa que esta parte que falta correspondería a la sección dedicada los Dolores de María. (Cf. N. CAVATASSI, Il “Simbolo Mariano” di S. Gabriele dell`Addolorata …,p.104).

[11] Los estudios se han publicado en las Actas de dos congresos de estudios gabrielistas tenidos en Isola del gran Sasso en los años 1984 y 1985 (San Gabriele dell’Adídolorata e ii suo tempo Studi, Ricerche, Documentazione) editados en los años 1986‑1987 respectivamente.

[12] Stanislao BATTISTELLI, C.P.,S. Gabriele dell`Addolorata.San Gabriel, 10 ed. 1970,p. 138.En la primera edición de 1896 llevaba como subtítulo: “Corona di elogi alla Madre diu Dio” (Lettere ed altri scritti Spirituali del Ven. Servo di Dio Gabriele dell`Addolorata…, p 125)

[13] Fusto POZZI, CP. S. Gabriele dell`Addolorata .S. Gabriele, 1974, p. 206

[14] N.CAVATASSI, San Gabriele e il suo tempo,p.113

 

[15] San Gabriel de la Dolorosa (en el siglo Francisco Possenti), nació en Asís (Italia) el 1 de marzo de 1838.Huérfano de madre a los cuatro años, en 1844 empieza la enseñanza primaria en el Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Después de su primera comunión (1850) frecuenta el liceo de los Jesuitas de Spoleto. A raíz de un a primera enfermedad grave, piensa en hacerse religioso, pero no lleva a la práctica su piadosa decisión. En una segunda enfermedad decide entrar entre los jesuitas, sin poner por obra su buen deseo. El 22 de agosto de 1856,octava de la Asunción, en la solemne procesión de la Santa Icone de Spoleto, la Virgen le llama a la vida religiosa. Dejando su vida mundana, pide ingresar entre los pasionistas. Entra en el Noviciado de Morravalle (Italia) el 9 de septiembre de 1856. Viste el hábito el 21 de septiembre del mismo año, y el 22 de septiembre de 1857 emite la profesión religiosa. A los 24 años de edad muere en el convento pasionista de Isola del Gran Sasso el 27 de febrero de 1862 .Se introduce su causa de canonización en 1891.En 1908 es beatificado, viviendo todavía su Director espiritual el P. Norberto de Santa María. El 13 de mayo de 1920 es canonizado.»Difícilmente se hallará una existencia más enraizada en la devoción a María, más unida en sus destinos a la Santísima Virgen, y más en íntima dependencia de su protección verdaderamente materna » (Cf. Benito del MORAL, Almas marianas Madrid 1954, p. 19).

[16] « A la intervención maternal de Nuestra Señora hay que atribuir en Gabriel, desde su actuación vocacional hasta su popularidad de Santo Taumaturgo” E. S. GIBERT, Sobre las cumbre del Gran Sasso, Madrid 1973, 47, nota 68.

[17] Cuando nació Gabriel en 1838, hacía sólo ocho años que había tenido lugar en París la aparición de la Milagrosa. Contaba cuatro años de edad, cuando en 1842, acontecía en Roma la sensacional conversión del judío Alfonso María de Ratisbona. En 1846 ‑ Gabriel contaba a razón ocho años de edad ‑ toda Europa se sorprende con la visión de la Virgen de La Saleta cuyos destinatarios eran Maximino y Melania. Gabriel tenía dieciséis años cuando el B. Pío IX definió la Inmaculada Concepción. Poco después, en Lourdes se dejaba ver la Inmaculada Concepción. El mismo año de su muerte –1862- el 18 de enero tenía lugar la aprobación oficial de las apariciones de Lourdes. Este ambiente mariano favoreció la eclosión de genios religiosos profundamente influenciados por la acción de la Virgen María. San Gabriel de la Dolorosa fue uno de ellos.

Los tres últimos años de su vida transcurrieron en un convento de larga historia mariana. Isola del Gran Sasso poseía un convento fundado por San Francisco, donde se dio culto a la Inmaculada antes que en ningún otro lugar de Italia.

[18] Este estudiante pasionista fue el primer santo joven canonizado en la Iglesia después de la triada jesuita de San Luis, San Estanislao y San Juan Berchmans. Hacía varios siglos que no subían a los altares jóvenes que ofrecieran el modelo de continuidad con la santidad joven de tiempos antiguos. Y ese ejemplo era necesario. San Gabriel abre la serie. Cuando el fue beatificado en 1908 todavía no se había introducido la causa de Teresita de Lisieux. San Gabriel fue canonizado en 1920 y la santa de Lisieux no era todavía beata. La glorificación del joven santo pasionista provocó un numeroso ejército de émulos. El año 1923 tenía Jugar la beatificación de Teresita; el año 1925 su canonización. Luego ha venido la pléyade de santos jóvenes que es la gloria del presente siglo.

[19]Desde la beatificación en 1908, fue grande el influjo de Gabriel en las Casas de Formación. No había en aquellos años Noviciado, Escolasticado, Seminario, o internado católico donde no se leyera la biografía de San Gabriel. Los hermanos de La Salle lo consideraban como un aventajado ejemplar de la educación impartida en sus colegios. Los jesuitas propagaban su conocimiento como antiguo discípulo del Liceo de Spoleto. San Gabriel se convirtió en el modelo de los jóvenes aspirantes al sacerdocio en la difícil etapa de su formación.

[20] El concepto que de san Gabriel se tenía en la Iglesia preconciliar se transparenta bien en un detalle del año 1962 en que se abrió el Vaticano II. El mismo día en que se celebraba el centenario de la muerte del Santo (27 de febrero) Juan XXIII presidió una sesión de la comisión Central Preparatoria del Concilio. El papa aprovechó la coincidencia para hablar así a los miembros de la Comisión: «En este sencillo acto de nuestra presencia entusiasta en la continuación de la preparación del Concilio, deseamos encontrar nuevos auspicios de fervor al conmemorar hoy el centenario de la muerte de la selecta flor de la Congregación de los Padres Pasionistas, San Gabriel de la Dolorosa que San Pío X y Benedicto XV ofrecieron a la veneración de la Iglesia universal” (Ecclesia, 1962, vol. I, p,299).

[21] Esta falta de conexión se debe al hecho de que el Santo no pudo realzar la refundición definitiva de sus textos

[22] Confieso con S. Epifanio, Antonino y otros, que tu Nombre descendió Cielo, y te fue impuesto por orden divina. Reconozco, con S. Antonio de Padua, en tu Nombre las dulzuras que S. Bernardo aprecia en el Nombre de Jesús: tu nombre, María, es júbilo en el corazón, miel en la boca, y música en el oído

               

Creo que después del Nombre de Jesús no existe otro nombre del que la mente conciba tanta gracia, esperanza y piadosa suavidad. Y con vuestro San Buenaventura confieso que no se pude devotamente

pronunciar tu nombe sin utilidad del que lo lo pronuncie. Y creo lo que dijiste a Sta. Brígida, que: Nadie en esta vida hay tan frío en amor de Dios que, si invocare tu ombre con propósito de arrepentimiento, no se aparte de él inmediatamente el demonio

[23] Y creo al Señor, que reveló a Sta. Brígida que tu belleza superó a la belleza de todos los hombres y de todos los Ángeles. Creo que tu belleza repelía movimientos impuros e inducía pureza

[24] Creo, con S. Alberto Magno,que fuiste la primera que, sin el consejo ni el ejemplo de otros, ofreciste a Dios tu virginidad; y después le ofreciste todas las mujeres que te han imitado; y que luego fuiste su portaestandarte;y que por ti se conservó virgen tu purísimo esposo José. Y que te mantuviste dispuesta a renunciar, para conservar tu virginidad, con el divino beneplácito incluso a la dignidad de Madre de Dios . Fuiste virgen antes, durante y después del parto; sin esterilidad fuiste madre, pero virgen.

[25] Creo que fuiste niña, pero de ella sólo tenías la inocencia, no el defecto de incapacidad.

[26] Creo que considerabas las riquezas mundanas como vil barro

[27] En la vida activa trabajabas, pero sin que el trabajo te apartara de la unión con Dios; en la contemplativa estabas recogida en Dios, pero sin ninguna negligencia acerca de tus deberes.          Creo con Suárez, Ruperto, S. Bernardino y S. Ambrosio que: incluso cuando tu cuerpo descansaba, tu alma vigilaba.     Y que el sueño no te impedía amar a Dios; por lo que también te pertenece aquello de: Yo duermo, pero mi corazón vela

[28] Creo, según fue revelado a Sta. Matilde, que te sentías tan modesta que, a pesar de poseer todas las gracias, a nadie te preferiste. Y, como dijiste a la benedictina Sta. Isabel, tengo por seguro que te considerabas muy humilde e indigna de la gracia de Dios.

Creo, oh Madre mía, según lo expusiste a Sta. Brígida, que, si mereciste ser destinada a la Maternidad divina, ni pensaste ni supiste serlo por ti

Creo que por tu humildad ocultaste a S. José la divina Maternidad, con vergüenza incluso de considerarlo necesario. Serviste a Isabel, y siempre elegiste allí el último lugar

Creo, según dijiste a Sta. Brígida, que tenías de tí misma un concepto tan bajo, porque pensaste y supiste que nada se te debía, y por ello no quisiste tu alabanza, sino sólo la del Dador y Creador

Y confieso con S. Bernardino de Siena,que no existió criatura alguna que se haya humillado más

que tú.. Y que en todo el mundo no existe ni siquiera el más insignificante grado de humildad comparada con la tuya

[29] Creo que fuiste ¿mortificadísima.Creo lo que dicen de ti S. Epifanio y el Damasceno: que fuiste tan sacrificada de ojos que los tenías siempre bajos, y que jamás los fijaste en nadie.

[30] Te afectó la muerte, pero sin sus angustias y sin la corrupción del cuerpo Creo [¡oh María!], como revelaste a Sta. Brígida: Que eres Reina del cielo

[31] Creo quetú eres la madre de todos los hombres y que, en Juan, a todos recibiste por hijos según la voluntad de Jesús

 

 

[32] Creo que tú eres la Cooperadora de nuestra justificación: Reparadora de los hombres; autora de la salvación de los hombres; reparadora de todo el género humano; ayuda para nuestra redención;

[33] Creo que Dios ha dispuesto no dar nada sino es por ti; que: nuestra salva-ción está en tus manos; y que quien pida sin ti, intenta volar sin alas; creo también que: en vano reza a los Santos aquél a quien tú no ayudes; y que todo lo que éstos puedan contigo, tú sola lo puedes sin todos ellos; y que si tú callas ayudará, nadie orará; orando tú, todos ayudarán y orarán. Y finalmente, te digo con Sto. Tomás: Toda esperanza de vida; te preocupas por nosotros

 Creo que tu intercesión es moralmente necesaria para nuestra salvación; que todas las misericordias dispensadas a los hombres, todas vienen por tu mediación; y que Nadie puede entrar en el Cielo si no es a través de ti, que eres la puerta .

 Creo que tu intercesión no sólo nos es útil, sino que también moralmente necesaria

 Creo que tú eres la tesorera de Jesús, y que : Nadie recibe los dones de Dios a no ser por ti; y que: El que te encuentra, encuentra todo bien.

 Creo que un solo suspiro tuyo tiene más poder que los sufragios de todos los Santos juntos; y confieso con S. Juan Damasceno que: Puedes cierta-mente salvarnos a todos.

 Creo que eres aquella Abogada que no rehusa defender las causas de los pobres miserables. Y con San Germán:Tu defensa es inagotable.

 Creo lo que el Señor dijo a Sta. Brígida: Si no intercediesen tus ruegos, no existiría la esperanza de la misericordia.

Sostengo con S. Fulgencio que: El cielo y la tierra ya se hubieran derrumbado si tu no los sostuvieses con tus ruegos.

[34] Te contemplo como la Pacificadora entre Dios y los pecadores.

[35] Te diré, con S. Andrés Cretense: Salve divina reconciliación de los hombres (XVIII,4)

[36] [Creo] que en el océano de esta tierra quedan sumergidos todos los que no sean recibidos en tu nave; que nadie, si no es por ti, tenga acceso a la salvación;y que nadie se salvará si no es por ti. Por lo que, con S. Antonino, concluiré: Así como es imposible que se salve aquél de quien retires tus ojos misericordiosos, así es necesario que a quienes vuelves tus ojos por ellos invocantes, se salvarán y glorificarán

 Creo que: Tu poder en Jerusalén dispone lo que deseas introduciendo a los que quieres.

 Por ti está el cielo abierto, y el infierno vacío, instaurada la Jerusalén celestial, se ha dado la vida a los míseros que esperaban la condenación.

[37] Creo que quieres ayudar al que te invoca; das mucho más de lo que se te pide.

Tú, acudes y socorres a donde se encuentre la miseria. Tú siempre miras a tu alrededor buscando a quien salvar.

[38]Creo, como revelaste a Sta. Brígida: Que eres […] el camino de los pecadores hacia Dios;

 y que nadie hay tan malo que, mientras viva, le falte tu misericordia;y que nadie está tan alejado de Dios que, si te invocare, no vuelva a Dios y encuentre misericordia; y desgraciado quien, pudiendo, no vuelva hacia el misericordioso.

 Creo que eres, tal como declaraste a tu Brígida:Madre de todos los pecadores que desean enmendarse;

 y que suplicas “Misericordia” para el alma pecadora )

 Creo que tú eres nuestra vida. Digo con S. Bernardino de Siena que: Todas las misericordias hechas en el Antiguo Testamento no dudo hayan sido hechas sólo por Dios (sin excluir a Jesús); y te llamaré, con S. Agustín,después de Dios, esperanza única de los pecadores

 Te creo tal como te vio Sta. Gertrudis, con el manto abierto, dentro del cual se refugiaban muchas fieras, leones, osos, tigres, y que tú no los echaste, sino que los acogías y acariciabas con gran piedad.

Tú eres la esperanza de todos; especialmente, de los pecadores: Tu, ciudad de reugio, y en particular de los privados de todo socorro .Tú eres: Protectora de los condenados, esperanza de los desesperados;y tal como entendió Sta. Brígida, que Jesús te decía: sería misericordioso incluso con el demonio, si me lo pidiere con humildad; que no rechazas al pecador aunque apeste, si te suplicara –te diré con S. Bernardo,tu le arrancarás del abismo de la desesperación con mano piadosa

 Te considero como el cebo dulcísimo creado por Dios para pescar a los hombre, y espe-cialmente a los pecadores, y atraerlos a Él, como Él mismo reveló a Sta. Ca-talina de Siena. Y, por consiguiente, así como el imán atrae al hierro, así tú atraes a los corazones duros, tal como dijiste a Sta. Brígida.

Tú eres toda ojos para compadecer y socorrer nuestras miserias, por lo que te llamaré como S.Epifanio, “todaojos”; confirmado por lo que entendió Sta. Brígida cuando tú, a petición de Jesús que te dijo Madre, pídeme lo que quieras, contestaste: Pido misericordia para los miserables.

Creo que aquella misericordia innata de tus maternales entrañas que tenías, cuando aún peregrinabas en esta tierra, hacia los miserables, está superada grandemente ahora que reinas en el Cielo, del mismo modo que el sol supera en grandeza al resplandor de la luna, según dice S. Buenaventura. Y así como los cuerpos celestes y terrenos son iluminados por el sol, así no existe en el mundo quien no participe, por medio de tí, de la divina misericordia, según revelaste a Sta. Brígida. Por lo que, con :S. Buenaventura, creo que: Contra Tí, Señor, pecan no sólo los que te ofenden, sino también los que no te suplican. De ahí que coincido con el mismo Santo en que: El que obra en tu obsequio, lejos está de la perdición.

Yo creo con S. Hilario que sucederá que: Por muy pecador que alguien sea, si se mantiene devoto a ti jamás perecerá para siempre.

Creo con S. Antonino que: no hay entre todos los Santos quien se compadezca en las enfermedades

como tú, Beatísima Virgen María. Tu, te diré con el Abad de Celles, Madre de misericordia, acostumbras salvar a aquellos tus hijos a los que la justicia podría condenar

Creo, como hiciste saber a Sta. Gertrudis, que abres el manto para acoger a todos los que recurren a ti, y que los Ángeles atienden y defienden a los que te son devotos contra los ataques del infierno. Te preocupas por los que te buscan, y aún sin pedírtelo, acudes solícita en su ayuda.; y que aquél a quien tú quieres, se salvará .

[Creo] que en el océano de esta tierra quedan sumergidos todos los que no sean recibidos en tu nave; que nadie, si no es por ti, tenga acceso a la salvación;y que nadie se salvará si no es por ti. (XV)

[39] [Creo] que en el océano de esta tierra quedan sumergidos todos los que no sean recibidos en tu nave; que nadie, si no es por ti, tenga acceso a la salvación;y que nadie se salvará si no es por ti. . Con S. Buenaventura: Quien te abandone, morirá en sus pecados. Quien no te invoca en esta vida, no alcanzará el reino de Dios; de quienes apartares tu rostro, no serás esperanza de salvación

Creo que:los que obran según tú no pecarán, los que de descubren tendrán la vida eterna.

Y te reconozco como la celestial timonera que conduces al puerto eterno a tus devotos, rescatados en la navecilla de tu protección, como enseñaste a Sta. María Magdalena de Pazzi.

Y concluiré, con el Abad Guerrico: Quien te sirve, está tan seguro del Paraíso como si ya estuviera en él.

Creo, como dijiste a Sta. Brígida, que cuando los demonios oyen a María, dejan inmediatamente a las almas y que eres la salvación de los que te invocan; y que deseas hacernos el bien mucho más de lo que nosotros lo deseamos

Creo que en el océano de esta tierra quedan sumergidos todos los que no sean recibidos en tu nave; que nadie, si no es por ti, tenga acceso a la salvación;y que nadie se salvará si no es por ti.

[40] Por ti recibimos el inestimable don de la Santa Perseverancia.

[41] Siguiéndote no erraré, rogándote no desesperaré, teniéndote no me caeré, protegiéndome tú no temeré, conduciéndome tú no cansaré, con tu favor llegaré a ti

[42] Creo que tú eres la vida de los cristianos y su ayuda, sobre todo a la hora de la muerte, según dijiste a Sta. Brígida: Que tú, como madre, les asistes en la muerte, para que reciban consuelo y alivio; y que, como dijiste a S. Juan de Dios, no es propio de ti abandonar a tus devotos en la hora de la muerte

[43] Creo, como revelaste a Sta. Brígida: que tú eres la Madre de todas las almas del purgatorio, aunque todas las penas que merecen por los pecados cometidos en vida, en cualquier momento serán mitigadas de algún modo por tus oraciones.

Así que diré, con S. Alfonso, que felices y afortunados son tus devotos [es la única vez que se cita expresamente a S. Alfonso en el Símbolo]. Y S. Bernardino asegura que: Especialmente libras a tus devotos de las penas del purgatorio. Así como lo que Sta. Brígida enscuchó que decía Jesús: Tú eres mi Madre, Madre de misericordia, consuelo de los que están en el purgatorio (XXIII)

 

 Creo que tú, próxima a encaminarte al Paraíso, pediste y sin duda conseguiste, poder llevarte contigo a todas las almas que se hallaban en el purgatorio.

 Creo también que , como prometiste al Papa Juan XXII que los inscitos [en la , cofradía del] Carmen,

en el sábado después de su muetre serán liberados del purgatorio.Pero más felices son tus devotos,

porque: Les está reservada la puerta del cielo.

 Tú eres: la garantía de la Jerusalén celestial, Puerta del cielo,Feliz puerta del cielo, Vehículo que conduce al cielo

[44] Creo con S. Anselmo que: Aquel por quien tú ruegues una vez, no sentirá el eterno “¡ay de ti!”. Y que tu devoción tiene unas armas de salvación que Dios sólo concede a quienes quiere salvar, como asegura el Damasceno.Por lo que, como S. Bernardo, diré que tu devoción es ciertísimo signo para conseguir la vida eterna;

 y con el Beato Alano: Practicar esta devoción ( saludarla siempre con el Ave), es una magnífica señal de predestinación para la Gloria.)

[45] La palabra “creo” aparece 53 veces. Es por mucho la fórmula más frecuente. La expresión “confieso” como sinónimo de la precedente, se utiliza 5 veces…El circunloquio ”Os diré”, con igual sentido que las voces anteriores, se repite 5 veces. ”Vos sois”, en sentido asertivo, 4 veces. “Digo”, como afirmación de fe, 3 veces, lo mismo que “Os creo”. “Reconozco, 2 veces. “Concluiré” en el sentido de una conclusión teológica, se cita dos veces. Una sola vez aparecen usadas las expresiones:”Tengo (sostengo),”Tengo seguro (fermo)”,”Estoy persuadido” “Os contemplo (vi ravviso), «Me asegura”;”Creo al Señor que reveló”

[46] Entre los Padres aparecen citados en el Credo: Hilario, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Andrés de Creta, Epifanio, Cirilo de Alejandría, Germán de Constantinopla, Fulgencio de Ruspe, Juan Damasceno, Efrén de Nisibe. m

[47] Además de los citados en la nota anterior, están: San Bernardo, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, San Antonio de Padua, San Alfonso de Ligorio.

[48] san Bernardino de Siena, San Antonino de Florencia, San Juan de Dios. B. Alain de la Roche.

[49] Guerrico, Ruperto de Deutz, Bernardino de Bustis, Ricardo de San Lorenzo, Conrado de Sajonia, Juan XXII, Raimundo Jordán, Justino de Miechow, Luis de Blois, Francisco Suárez,

[50] Santa Brígida, Santa Matilde, Santa Gertrudis, Santa Isabel de Schônau, OSB, Santa Catalina de Siena, Santa María Magdalena de`Pazzi.

[51] El segundo caso de un “credo” personal es el que se encuentra entre los escritos del místico lasalliano H. Estanislao José .En un texto titulado “Mi Credo” expresa sus convicciones personales sobre la acción de Dios en su vida, y la presencia de María en la misma. Es un escrito bien articulado de30 puntos. En él ocupa la Virgen un puesto relevante, mas no es un credo de tipo teológico, sino existencial y personal, al estilo de la confianza que en Dios ponían los personajes de AT como Abrahán., y os piadosos salmistas.(Cf. Ginés de María, FSC, Hermano Estanislao José. Un joven heroico desconocido, Madrid, 1983,p. 104-107).)

[52] El autor de la edición crítica excluye toda finalidad de difusión pública del escrito gabrielino (Cf. N. CAVATASSI, Il “Simbolo Mariano” di S. Gabriele dell`Addolorata…,p. 115

[53] El editor crítico del Credo niega explícitamente que se den contactos literarios entre la Mariología del P. Norberto y el Credo de San Gabriel (Cf. N. CAVATASSI, Il “Simbolo Mariano” di S. Gabriele dell`Addolorata…,p.106).Pero no se puede excluir unba inspiración común.Sin duda, el santo se violanzado a compoenr su credo, sigyiuendo el ejemplo del Director del Teologado.

[54] El editor crítico del Credo cree que la conservación y publicación del Credo se relacionan implícitamente con el voto de propagar la devoción a al Virgen (Cf. N. CAVATASSI, Il “Simbolo Mariano” di S. Gabriele dell`Addolorata …,p.115)

[55] Cuando fue beatificado en 1908, no había ningún joven de los tiempos modernos elevado a la gloria de los altares. Sólo se recordaban los ejemplos de san Luis, san Estanislao y san Juan Berchmans. Cuando Gabriel fue canonizado en 1920, Teresita de Lisieux no había sido beatificada. El fervor por la santidad joven que se encendió a principios de siglo y caldeó los corazones de los jóvenes en período de formación, tuvo su mejor modelo en san Gabriel de la Dolorosa’

[56] N.CAVATASSI, N. CAVATASSI, Il “Simbolo Mariano” di S. Gabriele dell`Addolorata …,p. 113.

[57] Con motivo del primer centenario de la muerte de san Gabriel (1862‑1962) el Papa Juan XXIII escribió al P. General de los Pasionistas una carta ‑ la Sanctitatis Altrix‑ en que subrayaba el carácter práctico de la piedad mariana del santo:»:»Resplande­ció en san Gabriel un‑a singular devoción a la Virgen Maria, y este amor no fue en él un entusiasmo

probado con las obras.». (Ecclesia, 1962, vol. I, p. 297)

[58] El Credo de San Gabriel es un Símbolo Mariano. Por ello, su aportación original está en el campo de la Mariología.,

[59] «Hay, pues, dos fuentes del dogma y del desarrollo dogmático: una fuente derivada y conceptual, que son las fórmulas reveladas; otra fuente primordial y real, que es la misma Divinidad. […]. Correlativamente a estas dos fuentes deben existir y existen dos vías diferentes de percibir, juzgar y desarrollar el dogma. La primera es la vía de los enunciados o fórmulas reveladas, comparándolas entre sí o con los enunciados de la razón, que es en lo que consiste la vía de raciocinio. La segunda es la vía de la Divinidad misma, con la cual entramos en contacto inmediato por los hábitos de la fe, de la gracia, de las virtudes y dones, que constituye la vía afectiva. […]. De estas dos vías, la primera es la vía de la razón; la segunda, es la vía del corazón. La primera es la vía de la lógica; la segunda es la vía experimental o, como hoy suele decirse, la vía vital. La primera es la vía de la Teología especulativa, de la Ciencia de los sabios; la segunda es la vía de la Teología mística, o de la Ciencia de los Santos«. (F. MARÍN SOLA; La evolución homogénea del Dogma Católico. Edic de E. SAURAS, OP, BAC 84, Madrid, l952, pp. 403-404).

[60] “Ni la Inmaculada, ni la perpetua virginidad de María, ni la exención de toda culpa actual hubieran sido propuestas como dogmas, de no haber mediado ese sentido de la fe y la experiencia de los santos […]Los dogmas todos referentes a María tienen por fuente su digna maternidad divina; y los requisitos o postulados de la “digna maternidad” se perciben mejor con el amante y vivo corazón del hijo que con la fría y seca razón lógica del sabio” (F. MARÍN SOLA, La evolución homogénea del Dogma Católico. Edición del P. E. SAURAS, OP, BAC 84, Madrid, l952, p.-405).

.

Posted in La Virgen María | Etiquetado: , , , , , , , , | Comentarios desactivados en El Credo Mariano, de san Gabriel de la Dolorosa

El hombre más feliz de la tierra

Posted by pablofranciscomaurino en 21 febrero, 2014

¡Dios te ama!: Te creó para amarte. Es que, siendo el Amor en esencia, quería tener a quién amar, y por eso te hizo a su imagen y semejanza.

Y te ama personalmente, particularmente, a ti: si Él dejara de pensar un solo instante en ti, si dejara de amarte, ¡te desintegrarías!, ¡desaparecerías! Es la fuerza infinita de su amor la que te mantiene con vida.

Y no dejó de amarte a pesar de que tú —junto con todos los hombres— dañaste ese plan perfecto de amor.

Siendo Dios, se redujo a criatura —se hizo uno como nosotros—, asumió todos tus pecados como propios y los pagó con creces: a pesar de que una sola gota de su Sangre habría bastado para expiar todos los pecados de la humanidad, decidió sufrir más, mucho más, infinitamente más…

Ninguna película, ninguna narración, ni las meditaciones más profundas y prolijas describirán jamás todos los horrores de su Pasión y de su Muerte.

A sus atroces dolores físicos debemos sumar sus angustias de muerte, el abandono de los suyos y hasta el de su Padre, las burlas, los desprecios y el odio de aquellos por quienes precisamente estaba dando su vida… Y todo esto le dolía más porque amaba más (nadie ha amado tanto); si nosotros mismos, que no sabemos amar, sufrimos mucho más las ingratitudes, los desprecios y las indiferencias de quienes amamos, imagina lo que sintió Él…

Y lo hizo porque te ama, ¡porque te ama sin límites!

No lo puedes seguir dudando.

Además, te dejó la Iglesia, para enseñarte todo lo que debes saber para ser feliz, para que te administre los Sacramentos con los que recibes la fuerza celestial que requieres para conquistar esa felicidad, para que te enseñe a hablar con Él, a conocerlo y a amarlo…

Y te cuida: en cada circunstancia de tu vida está sopesando cada opción y, sin menoscabar tu libertad, interviene siempre y únicamente para tu bien. El amor lo hace evitar los acontecimientos que te dañan y permitir los que te facilitan tu camino hacia la felicidad.

Como Él es la infinita sabiduría, sabe qué te conviene en cada momento. Y como te ama tanto, sólo deja que ocurra precisamente eso.

Hasta lo que en esta vida llamamos males: sufrimientos, enfermedad, muerte, lo usa para tu bienestar. ¡Cuántas veces hemos constatado que, por una cruz que Dios los dejó llevar, es por la que muchos se acercaron a Él, se convirtieron e iniciaron una nueva vida, alejada del pecado, que los lleva a la salvación! Y, ¿qué importa más que la salvación?

Si comparamos dos personas, una que nunca sufrió, nunca se enfermó y le fue bien en su vida terrenal, pero por sus pecados no pudo llegar a la dicha eterna del Cielo, con otra que sufrió, se enfermó y le fue mal en esta vida, pero llegó a gozar de Dios para siempre, escogeremos —seguro— la segunda opción.

Dirás que sería mejor no sufrir aquí y recibir el premio allá pero, después del pecado original eso ya no es posible, precisamente porque le dañamos el plan a Dios. Ahora, por nuestra culpa, debemos andar por el camino del dolor.

Pero ese dolor es, desde que Cristo lo asumió, el instrumento que usa Dios para quitarnos los impedimentos para llegar al Cielo y ocupar allí el mejor lugar: junto al Amor de los amores; es que —también por el pecado original— ahora permanecemos muy distraídos de nuestra meta final. Nos preocupamos y nos ocupamos más en conseguir algunos consuelos temporales, sin pensar que así nos alejamos de lo único que importa: la auténtica felicidad. Y con mucha frecuencia descubrimos que esos consuelos no llenan esas ansias de felicidad que arden en nuestro corazón: aparece siempre una sensación de insatisfacción.

Por eso casi nadie acaba de satisfacerse jamás.

Es que fuiste creado por un ser eterno y por eso estás hecho para cosas muy grandes, eternas. Nada te satisfará fuera del Amor de Dios, cuando se derrame infinitamente sobre tu ser. Entonces sí gritarás: “¡Fui creado para esto!”

Y añadirás: “¡Valió la pena todo el sufrimiento! ¡Bendito sea ese sufrimiento que me trajo tanta dicha!

Así es como el cristiano percibe la vida: tal y como en realidad es. Por eso es que el católico es el hombre más feliz de la tierra.

Y es por eso que tú debes estar sonriendo siempre, hasta en los momentos más difíciles de tu vida, porque tienes la certeza de que también en esos momentos —aunque no lo entiendas— Dios está fraguando tu felicidad, la que no te dará el mundo ni las criaturas.

¡A contagiar de esta alegría al mundo entero! Grítale a todos lo que aprendiste: “¡Dios te ama! ¡Dios te cuida! ¡Dios te espera allá arriba!”; pero hazlo principalmente con tu vida, con tu ejemplo.

Posted in Reflexiones | Etiquetado: , , , , , , , , , , , , , , | Comentarios desactivados en El hombre más feliz de la tierra

¿Cada pecado nos acarrea un sufrimiento?

Posted by pablofranciscomaurino en 14 febrero, 2014

 

Cuando el Magisterio oficial de la Iglesia Católica afirma: “El sufrimiento, la enfermedad y la muerte son consecuencia del pecado original”, no está diciendo que cada pecado causa una enfermedad o un sufrimiento. Eso significaría que cada vez que pecamos tendríamos un sufrimiento o una enfermedad; y bien sabemos que muchas veces pecamos sin que nos sobrevenga enfermedad o sufrimiento y, además, que a veces sufrimos sin que hayamos pecado, lo que significa que ese criterio está equivocado.

Lo que explica la doctrina de la Iglesia es que el pecado original, y únicamente el pecado original (no cualquier pecado), fue el causante de que en el mundo aparecieran todos los dolores, todas las enfermedades y la muerte de todos los seres humanos, tres circunstancias que no estaban en los planes divinos.

A partir de ese primer pecado, los seres humanos se enferman, sufren y mueren; antes no.

Y, ¿quién indujo al hombre a pecar? El Demonio. Por eso Jesús dijo que “a causa del Demonio” la mujer del Evangelio estaba encorvada.

Por otra parte, Dios hizo el Universo visible, con todas sus leyes: atracción de los planetas, cambios climáticos, placas tectónicas, virus, bacterias, etc. Y, sobre todas, la ley del azar: las cosas creadas se rigen por unas leyes impuestas por su creador, pero sin estar totalmente dirigidas: las nubes, por ejemplo, se mueven a merced del viento, a veces para un lado, a veces para el otro, lo que determina el frío, el calor, la lluvia, etc. Asimismo, la velocidad, dirección y fuerza del viento están determinadas por otras causas… Y así se podrían seguir examinando las variables indefinidamente.

Si lo ponemos de una manera gráfica para comprenderlo mejor, habría que decir que es como si el Creador hubiese puesto a girar un trompo, como lo haría un niño, con la diferencia de que el niño puede despreocuparse de la suerte del trompo, mientras que Dios permanece siempre pendiente de la suerte del universo (el trompo) y, sobre todo, de los seres vivientes, respetando la condición propia de su actividad (que en el hombre es libre), e interviniendo para su bien, especialmente cuando solicita su ayuda.

Aunque Dios no ha abandonado a su creación, y a pesar de que está al tanto de los acontecimientos e interviniendo en la historia, ha dejado que el azar sea una de las reglas del devenir universal y humano.

Pues bien, en el momento en el que el rey del universo visible (el ser humano) pecó, ese universo se desordenó en sus leyes, y comenzaron a producirse desastres, epidemias y males de todos los órdenes, con los que la humanidad empezó a experimentar algo que antes no existía: la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Por eso, en la Biblia se narra la vida de Job, el caso del ciego de nacimiento, el enfermo que bajan en una camilla del techo, etc. Y también los otros seres vivos inferiores al hombre sufrieron las consecuencias de ese desorden.

Y esto ocurre, según las leyes del cosmos (ahora desordenadas por el pecado original del ser humano): algunos se enferman más que otros y unos más gravemente que otros, algunos se mueren más prematuramente que otros y unos sufren más que otros, todo dependiendo de las circunstancias que los rodean y de la ley del azar.

Por eso las enfermedades están en el genoma humano: porque el pecado fue de toda la especie, no de un par de individuos. Y, cuando los genes no son recesivos, la enfermedad se manifiesta en unos, mientras que en otros no (aunque todos las merecíamos); por eso unos nacen sanos y otros no; por eso unos nacen vivos y otros no…

Pero todo lo dicho hasta ahora es lo que ocurría antes de la venida de Cristo.

Él vino para salvarnos, para devolverle la gloria que le quitamos al Padre y para dejar al Espíritu Santo para nuestra santificación.

Pero también redimió el dolor: después del sufrimiento de Cristo el dolor adquirió unos matices nuevos, todos positivos:

  • es a veces una prueba;
  • otras veces manifiesta la gloria de Dios (que exime a muchos de las enfermedades que merecíamos);
  • otras veces es medio para alcanzar la santidad, pues nos purifica de nuestros apegos y desórdenes;
  • también es modo de unirse a la Cruz de Cristo para ayudarlo a salvar y santificar personas, y a devolverle la gloria al Padre (la que le quitamos con nuestros pecados);
  • es la muestra más grande del amor cuando lo hacemos por compadecer a Jesús (con-padecer = padecer con Él), es como mejor lo consolamos, pues ¡el amor hace suyas las penas del Amado!;
  • y es, a través del sufrimiento, como el Señor nos corrige, pues Él prefiere que suframos un poco en esta vida temporal, siempre que nos ganemos la vida eterna: qué importa sufrir diez años, veinte, cincuenta…, si después es el Cielo ¡para siempre, para siempre, para siempre!

La lista de beneficios es más larga… El sufrimiento, pues, no es para pagar culpas, porque los pagos se hacen en la otra vida: en el Infierno o en el Purgatorio (aunque, a veces Dios, por su infinita misericordia, aprovecha nuestros sufrimientos para ahorrarnos Purgatorio).

La ciencia médica cura enfermedades o las erradica porque Dios le dio, en su infinita misericordia, las herramientas para lograrlo: la inteligencia humana —principalmente—, los vegetales y animales (de donde se extractaron o derivaron químicamente la mayoría de los medicamentos), la tecnología hecha a partir de las leyes de la física y de la mecánica, etc. Dios no puede contradecirse impidiendo una lógica consecuencia del pecado original, como es la enfermedad, pero sí puede ayudar al hombre a encontrar el modo de paliarla, curarla o, en algunos casos, erradicarla. Pero continuamente nacen continuamente nuevas enfermedades, que seguirán reafirmando la perenne enseñanza de la Iglesia: la enfermedad, el sufrimiento y la muerte no estaban en el plan original de Dios.

Posted in Precisiones doctrinales | Etiquetado: , , , , , , , , , , , , , , | Comentarios desactivados en ¿Cada pecado nos acarrea un sufrimiento?